Habla con una desconocida en un supermercado de Madrid y la decisión que toma minutos después le sorprende a él mismo: "Qué triste"
Es un relato que nos ha acercado María José Navarro en su 'Historia del Día'

Habla con una desconocida en un supermercado de Madrid y la decisión que toma minutos después le sorprende a él mismo: "Qué triste"
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Luego dirán que no hay esperanza.
Pablo Oria es creador digital y también es actor. Y ya he conseguido su primer papel: el de un bombero herido. De vez en cuando se pone la camiseta del Arsenal y también se ha calzado la del Betis. Lleva pendientes de aro, tiene una dicción estupenda y es joven. Y ahora está buscando a alguien. A una mujer que le pidió ayuda y le contó que se sentía sola. Así que le dio su teléfono y está a la espera.
Pablo Oria ha vuelto a hacer un llamamiento en redes. Cree que puede haber dos explicaciones: o la señora no quiere saber nada de él o no le llama porque le da apuro y como cree que es por esta última razón ha vuelto al supermercado acompañado de su abuela.
Pero no ha encontrado a esa señora. Pablo sigue esperando la llamada. Y sigue queriendo ir al supermercado.

Y luego dirán que no hay esperanza.
LA SOLEDAD, UN PROBLEMA QUE SUFREN MUCHÍSIMOS ANCIANOS EN ESPAÑA
La soledad que siente esa anciana que se encuentra con este joven, por desgracia, es una problemática habitual en nuestro país. De hecho, esa soledad también la vive Pilar. Es una anciana que se hizo viral en redes sociales por esa triste circunstancia que atravesaba.
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Escribió una carta para desahogarse. Y para contar lo que vivía y cómo se sentía.
Esta carta representa el balance de mi vida. Tengo 82 años, 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos y una habitación de 12 m2. Ya no tengo mi casa ni mis cosas queridas, pero sí quien me arregla la habitación, me hace la comida y la cama, me toma la tensión y me pesa.
Ya no tengo las risas de mis nietos, el verlos crecer, abrazarse y pelearse; algunos vienen a verme cada 15 días; otros, cada tres o cuatro meses; otros, nunca.

Manos de una anciana y un anciano sentados juntos
Ya no hago croquetas ni huevos rellenos ni rulos de carne picada ni punto ni crochet. Aún tengo pasatiempos para hacer y sudokus que entretienen algo. No sé cuánto me quedará, pero debo acostumbrarme a esta soledad; voy a terapia ocupacional y ayudo en lo que puedo a quienes están peor que yo, aunque no quiero intimar demasiado. desaparecen con frecuencia. Dicen que la vida se alarga cada vez más. ¿Para qué? Cuando estoy sola, puedo mirar las fotos de mi familia y algunos recuerdos de casa que me he traído. Y eso es todo.
Espero que las próximas generaciones vean que la familia se forma para tener un mañana (con los hijos) y pagar a nuestros padres por el tiempo que nos regalaron al criarnos.
Una carta que, sin duda, da lugar a la reflexión e invita a escuchar y compartir vida con aquellos que lo dieron todo por nuestra crianza y nuestro bienestar. Como la anciana que María José Navarro nos presentaba, a través de los ojos de ese joven que quiso compartir un rato de charla con ella.