"Hemos vuelto al 'Spain is different' por culpa del desordenado apetito de poder de un solo hombre, como ocurría a mediados del siglo pasado"

Jorge Bustos analiza en Herrera en COPE los movimientos de desconexión del Gobierno de España en los últimos meses con algunos consensos europeos

- 6 min lectura | 8:45 min escucha

 Vamos a viajar en el tiempo. Acompáñame hasta finales de los años 40 del siglo pasado. España trata de salir de una terrible posguerra y de una economía autárquica. Teníamos pocos atractivos por entonces, la verdad. Pero teníamos entonces y seguimos teniendo ahora algo que no tenían otros. Muchas horas de sol, muchos kilómetros de playa, simpatía de carácter y folklore de sobra. Y así nació el eslogan más famoso de la historia de España. 'Spain is different'. En realidad, ese eslogan empezó a nacer en 1948, mucho antes de que Manuel Fraga fuera ministro de turismo. Lo que se podía leer por entonces en la cartelería de promoción turística que empezó a elaborar el régimen era 'Spain is beautiful and different' y, más adelante, ya en 1957 se quedó simplemente en 'Spain is different' y junto al lema, en aquellos carteles se proyectaban pues nuestros encantos más reconocibles, playas, toros, castillos, guitarras, bailaoras y todo por menos de una libra al día, prometían los folletos al guiri de turno. 

Esta fue la imagen de país que el régimen decidió proyectar, aunque ya por entonces algunos no las tenían todas consigo. En los años 50, un funcionario del régimen dejó escrito lo siguiente: “Hemos de resignarnos a ser turísticamente un país de pandereta, puesto que el día en que perdamos la pandereta habremos perdido el 90% de nuestros motivos de atracción turística”. Luego vino Manuel Fraga y explotó el eslogan hasta la saciedad, inaugurando paradores por todo el país.

Y vinieron las suecas, el cine de Paco Martínez Soria y todos esos estereotipos que explotan el mismo conflicto, más o menos cómico, entre la modernidad de fuera y el atraso de dentro. Y ojo, todo aquello sirvió para convertirnos en una superpotencia turística, y de eso seguimos viviendo. Pero es que este año, en concreto en el mes de junio, se cumplieron 40 años de la firma del tratado de adhesión de España a la Comunidad Económica Europea. que fue el germen de la actual Unión Europea. La convergencia con los países de nuestro entorno y la consolidación de nuestra democracia se supone que es un hecho desde hace décadas.

Pero claro, cualquiera que se detenga analizar fríamente las últimas noticias sentirá la tentación de concluir que España no ha cambiado tanto como debía, sigue siendo diferente. O incluso de que está involucionando. De hecho, estamos regresando al viejo excepcionalismo hispánico, esa idea pesimista 98ista de que España nunca va al mismo ritmo que sus vecinos europeos. Yo detesto esa idea, porque nos pinta como víctimas irremediables, siempre perdiendo el tren del progreso. Pero me pongo a leer los titulares y me dan ganas de subirme a un tablao a dar quejíos.

Ayer, por ejemplo, nuestro presidente del gobierno se marcha a Copenhague, a una cumbre informal de presidentes europeos que se celebra en la capital danesa. Ya sabes que cuando se le acumulan los problemas en casa, el bloqueo parlamentario, las amenazas de sus socios, los problemas judiciales de su mujer. La solución de Pedro siempre es la misma: subirse al Falcon y poner tierra de por medio. El destino es lo de menos, eh, pues en Nueva York, Londres, Copenhague o un foro sobre la mutación del mosquito tigre por efecto del cambio climático. Bueno, si la cita es en África, iría a su mujer, que es la experta.

El caso es que la pareja se enfrenta a tantos problemas próximamente que ya no creo que Pedro Pise España demasiado eh, en lo que resta de legislatura. Vivirá y dormirá en el aire como los vencejos. Pero claro, se planta el hombre en Dinamarca, convencido de que ha dejado por unas horas sus problemas atrás y llega la primera ministra Frederiksen , que es social demócrata, y le recuerda sus obligaciones con el gasto militar.

Frederiksen ya le hace feo a Pedro Sánchez que se pusiera de parte de los boicoteadores violentos de la vuelta ciclista que ganó su compatriota Jonas Vingegaard. Y luego llega el primer ministro de Finlandia y dice “esta es la frontera oriental de Europa y dado que durante 20 años hemos mostrado solidaridad financiera con los países del sur de Europa, ahora es el momento de mostrar solidaridad en materia de seguridad”. Está bastante claro el mensaje y el destinatario del mensaje, el presidente de España, que se esquinó todo lo que pudo en aquella foto de familia de la OTAN y declaró que se salía del consenso del 5% del gasto militar a pesar de haberlo firmado. Esa foto de Pedro Sánchez marginándose voluntariamente, nos devuelve a los casposos tiempos del 'Spain is different'.

Pedro Sánchez lleva demasiado tiempo tomando decisiones que sacan a España del consenso europeo. Las reticencias al rearme, su postureo antitrumpista que le granjeó su exclusión del viaje de líderes europeos con Zelenski a la Casa Blanca. El respaldo acrítico a la flotilla frente a actitudes adultas como la de Meloni, que también ha enviado asistencia a pero sin dejar de subrayar la irresponsabilidad de los activistas. La utilización del drama palestino para llevar al límite la tensión diplomática con Israel, el acercamiento por su cuenta y riesgo a China y tantas otras maniobras.

¿Y cuál es la razón de esta voluntad de automarginación de Sánchez? Ya sabemos que no es la firmeza de sus convicciones. Si Pedro tuviera convicciones profundas, no habría traicionado la causa a Saharaui en una tarde. Todos por el mismo vicio de origen de su carrera política. Sólo pudo llegar al poder apoyándose en partidos antisistema y solo puede mantenerse en el poder gracias a ellos. Por eso somos el único gobierno de Europa con una parte a favor del plan de paz en Gaza y con otra parte en contra, con Sumar, Bildu, ERC... Por no recordar que también somos el único país de Europa que lleva 3 años sin presentar presupuestos y que se propone seguir así dos años más si hace falta, sin que nadie disuelva las cámaras y convoque elecciones. Y somos el único país de Europa, cuyo presidente no dimite cuando tiene a su mujer, a su hermano, a su fiscal general y a sus dos secretarios de organización encausados en procedimientos judiciales por todas las variedades imaginables de corrupción que hay en el Código Penal. Y somos el único país de Europa que tiene que enviar emisarios a Suiza para negociar con un delincuente fugado de la justicia cada votación parlamentaria y cada propuesta legislativa.

Así que me temo que sí, que España vuelve a ser diferente, por desgracia. Un exotismo incrustado en el continente europeo por culpa del desordenado apetito de poder de un solo hombre, como ocurría a mediados del siglo pasado. Si está vuelto al nodo a televisión española, que tiene una parrilla diseñada para la propaganda oficialista de la mañana a la noche. Por fortuna, no somos una dictadura, gracias principalmente a la independencia del poder judicial, a la valentía de la prensa libre y a la formación de la sociedad civil. Pero si no somos capaces de ver el institucional que España ha sufrido los últimos años entonces, quizá, no merezcamos otra cosa que ser eternamente diferentes.

Visto en ABC

Programas

Último boletín

13:00 H | 22 NOV 2025 | BOLETÍN

Boletines COPE
Tracking