Él es el pedagogo Gregorio Luri, que reivindica que podemos ser padres moderadamente imperfectos, “con algún recuerdo de imperfecciones un poco sonrojantes y con algún pico de gloria, pero, en general, trivialmente imperfectos”.
Y si tú sientes que estás en este grupo, tengo que aconsejarte que nos escuches porque lejos de sentirte acomplejado, te sentirás de enhorabuena por el camino que llevas realizado en la educación de tus hijos.
Gregorio nos apunta una serie de derechos de nuestros hijos:
“Un hijo tiene derecho a saber que ser disciplinado es más importante que ser meramente inteligente”.
“Tiene derecho a saber que más grave que equivocarse, es no aprender nada de la equivocación”.
“Tiene derecho a saber que que está muy bien de vez en cuando oír la palabra «no».
“Tiene derecho a saber que que es imprescindible aprender las cuatro palabras mágicas: «por favor», «gracias », «perdón» y “confío”.
«Tiene derecho a pensar” y de hecho nos aconsejas que si queremos ayudar a nuestros hijos a hacerlo, tenemos que ponernos a dialogar con ellos, porque nada estimula más el cerebro que una buena conversación...
También tienen derecho a «Unos padres tranquilos, que no vayan todo el día con la lengua fuera detrás de sus hijos intentando estar a la altura del manual del padre perfecto”.