Andrés Trapiello: “Madrid es como La Legión, se te acoge y nadie te pregunta tu historia”

El escritor ha estado cinco años para escribir su nuevo libro y cuenta en Fin de Semana con Cristina cómo lo ha gestado

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Andrés Trapiello: “Madrid es como La Legión, se te acoge y nadie te pregunta tu historia”

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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“Espero no volver a encontraros cuando vuelva”. Siete palabras que podrían significar cualquier cosa, y no tendrían mayor importancia si no fuera porque son el desencadenante de más de 500 páginas dedicadas íntegramente a Madrid.

Siempre se ha dicho que los madrileños son más chulos que nadie, pero también que Madrid acoge a todos sin importar su procedencia, sexo, religión o ideas políticas. ¿Qué es Madrid? ¿Qué es ser madrileño? ¿Qué secretos esconden sus calles? Porque no todas son la Gran Vía o la Castellana. Hay miles de pequeñas callejuelas que fueron testigos del nacimiento y las vivencias de grandes personalidades, y alguna placa queda…

Nuestro protagonista se vino a Madrid por las siete palabras anteriores: “Espero no volver a encontraros cuando vuelva”. Y podría ser un policía diciéndoles a unos pillos que abandonen un banco de un parque, o un tendero yendo a recoger los desperfectos de otros pillos que han tirado su mercancía por el suelo…; no, son las palabras que nos cuenta Andrés Trapiello y que corresponden a un durísimo momento familiar y han originado un increíble libro sobre la capital de España.

LOS MADRILEÑOS, AGRADECIDOS Y TRABAJADORES

El autor ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde ha explicado que el arranque del libro “en seguida pasa a un lado más luminoso”. Trapiello asegura que “Madrid es una ciudad sobre la que no es raro escribir siendo de aquí ya que la inmensa mayoría de los que viven en ella son de fuera, y esto hace que la ciudad, aunque esté hecha de muchas cosas luminosas, el origen está hecho de muchos pequeños dramas”.

Todos los que vienen de fuera, que son dos tercios, hemos dejado nuestro lugar de origen para venir aquí”, continúa el autor, que añade que, “por tanto, en todas estas venidas hay un desgarro en mayor o menor medida, a nadie le gusta cambiarse y buscar fortuna en otras partes. Esto hace que Madrid sea tan diferente al resto de ciudades españolas, hay muchas ciudades mucho más bonitas como Barcelona, San Sebastián o Sevilla, pero Madrid tiene algo especial: está hecha de gentes que lo han pasado regular o medio regular y quieren mejorar su suerte, y cuando llegan aquí llegan llorados de casa, el drama se queda atrás. Es muy difícil encontrar quejas en ella, los madrileños se quejan poquísimo y podrían quejarse mucho más, pero no lo hacen, al contrario de otros sitios como Cataluña o País Vasco, donde los nacionalistas están todo el día quejándose y llorando y pidiendo. El madrileño pide poco para lo mucho que podría pedir, la fama esa de que se lo lleva todo tampoco es verdad. La inmensa mayoría de los madrileños estamos aquí para arrimar el hombro”.

“A diferencia de lo que ocurre en otras partes, donde llegas de fuera y eres ‘extranjero’, aquí al llegar eres madrileño, incluso cuando llevas aquí solo tres meses y te vas al pueblo, te llaman madrileño” relata Trapiello, “y eso hace muy simpática a esta ciudad, nadie te pide explicaciones ni te pregunta qué eres. Madrid es lo más parecido a la Legión, nadie te pregunta tu historia, te pones a trabajar y punto”. “Es la capital de España a nivel todo, y además se ve con cierta envidia fuera”.

UN ORIGEN DRAMÁTICO PARA UNA CIUDAD LUMINOSA

“Mi padre era un gran hombre y, mi madre, una gran mujer”, reconoce sin ambages el autor, “otra cosa es que tuvieran las ideas que tenían y, seguramente, en mí también hubiera culpa extremosa. Con el tiempo he visto que muchas cosas que decían no es que no tuvieran razón, es que eran muy sensatas. Pensábamos muy distinto en términos políticos pero en asuntos de vida estábamos más de acuerdo. La prueba es que, una vez que pasó la tormenta de la juventud, las cosas volvieron a sus cauces familiares y ningún problema. En todo hay que agradecer que, a veces, te faciliten las cosas. Probablemente si mi padre no nos hubiera echado de casa a mi hermano a mí, yo no me hubiera atrevido a irme; en cambio, ese gesto de él, que no comparto pero comprendo, al final me facilitó muchas más cosas”. “En el libro lo digo varias veces, me han echado de muchos sitios, desde Madrid a Valladolid pasando por el trabajo, pero siempre, a menudo injustamente, me ha venido bien, por lo tanto no me parce justo quejarme o victimarme por algo que, al final, me ha venido bien, no puedo jugar a dos barajas”, reconoce Andrés, que añade que “Madrid es una ciudad con las cosas muy claras para todos: la vida es difícil, cuesta mucho llegar a fin de mes, pero la gente está dispuesta a trabajar y, si no sale una cosa en el punto ‘a’, busca el ‘b’ inmediatamente”.

El libro tiene un apartado dedicado íntegramente a Madrid y el coronavirus, algo sobre lo que Trapiello explica que, en la primera ola, se fue al campo: “Allí paso muchísimas temporadas desde hace 40 años, tenemos una casa en mitad del campo. Pasé el confinamiento duro viendo atónito la televisión, luego todo el mundo me ha dicho que lo había visto como ellos, porque había sido desde el balcón o la televisión porque no se podía salir a la calle. Ahora que he vuelto y estoy viendo este ‘confinamiento’ liviano me he dado cuenta de algo extraño: en Sol, nada más llegar, me di un paseo por allí y en todas partes parecía la mañana de un domingo donde la gente flotaba como en un acuario. Hace un año iba con un destino, pero ahora no saben dónde van, tienen todo el tiempo del mundo y esos tránsitos los hacen sin alegría, se percibe la tristeza”.

LA CHULERÍA: MUCHO POR FUERA, PERO POR DENTRO...

La chulería de Madrid es muy simpática”, asegura Trapiello, que añade que “lo primero que vi al llegar aquí fue una discusión entre dos taxistas de lo más barroca porque se insultaban y allí fue donde escuché por primera vez un insulto que era una hipérbole, pensé que iban a darse de tortas ahí en medio… pues resulta que no, se abrió el semáforo, levantaron las ventanillas y cada uno siguió su camino. La chulería no es más que un refugio, te dices cosas barrocas pero vacías”.

Andrés llegados a este punto destaca dos grandes inventos culinarios de Madrid: “Uno es el churro y no tiene discusión alguna, todo el mundo coincide en eso; y el otro es el buñuelo de viento, enormemente poético porque es algo de nada rebozado al huevo y pasado por la sartén”. “Pues con la chulería pasa lo mismo”, asegura: “Es un envoltorio donde dentro no hay nada”.

Y de la cocina al léxico sin solución de continuidad, porque Trapiello afirma que “la aportación de Madrid, la aportación universal, sin lugar a dudas, es ‘gilipollas’, el madrileño la emplea cada cuatro palabras. No se sabe muy bien de dónde viene, tiene equivalentes en otras lenguas pero no traducción y es muy divertida”.

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