Peregrinar a Tierra Santa es siempre una experiencia inolvidable. Estos días ha tenido lugar una peregrinación muy especial formada por personas que viven en la calle, que han sido abandonadas o que han estado en la cárcel, y que ha sido encabezada por un franciscano de París, fray Frédéric-Marie Le Méhauté, que define a los pobres como el tesoro de la Iglesia. Aunque el viaje ha sido organizado por Cáritas francesa, no ha sido gratis para estos peregrinos, ya que es importante que ayuden a sufragar los gastos dentro de sus mínimas posibilidades. La parte cubierta por cada uno de ellos equivale a un paquete de cigarrillos al mes, así que han estado ahorrando durante dos años para ir a Tierra Santa.

Fray Frédéric explica que estas personas no ven los Santos Lugares como objeto de turismo sino que sienten en su corazón que la historia que allí tuvo lugar se refiere de manera profunda a su vida cotidiana. Una de las peregrinas ha sido Brigitte Blaise, cuya vida cambió después de pasar tres años en la cárcel; cuenta que a Jesús lo encontró en la prisión. Allí entendió que incluso en la tiniebla más oscura hay siempre una luz, y que Dios estaba allí para tenderle la mano. Para ella Dios no es solamente una palabra sino un compañero. Brigitte es una de los 45 peregrinos que como ella han conocido diferentes formas de fragilidad o exclusión: los hay que viven en la calle o a quienes echaron de casa de pequeños porque su familia era demasiado pobre.

La aproximación a los santos lugares se ha preparado cuidadosamente. Mientras se lee el Evangelio cada uno recita la parte de un personaje, después comparte sus reflexiones y emociones con el grupo. Payet Vonona ha interpretado al paralítico curado por Jesús en la piscina de Betesda porque también ella estuvo paralizada cuatro meses a causa de un accidente de coche, y entiende que ha sido liberada como el paralítico. Cuando pensaba en esta peregrinación se decía a sí misma: “tengo que ir a Jerusalén, tengo que ponerme en pie”.