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La historia de un joven que dejó la noche y las drogas, y hoy evangeliza en Bruselas

El ambiente habitual de Jack eran las discotecas en las que permanecía hasta altas horas de la noche

La historia de un joven que dejó la noche y las drogas, y hoy evangeliza en Bruselas

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 13:32

Jack Mardesic nació en Sidney hace 40 años. Estudió diseño gráfico y tocaba en un grupo como batería. Como él mismo cuenta, era un joven normal, poco seguro de sí mismo, que encontró en la droga una huida. Su ambiente habitual eran las discotecas en las que permanecía hasta altas horas de la noche. Se daba cuenta del daño que se hacía a sí mismo, a sus amigos y a su familia. Siempre tenía el deseo de salir de ese mundo que no le satisfacía.

El 30 de agosto de 2001, cuabndo contaba 21 años, se produjo un vuelco en su vida. Cayó de rodillas llorando y gritó a Dios que le perdonase. En ese momento comprendió y sintió que Dios le amaba y que debía cambiar de vida radicalmente. Ser religioso nunca había formado parte de sus planes, ni de sus sueños, pero sintió una clara llamada y en poco tiempo entró en la Orden de los Franciscanos Conventuales. Eso le condujo al convento de San Antonio en Bruselas, centrado en la Nueva Evangelización en un país que exportaba misioneros pero donde la Iglesia ha experimentado una profunda crisis.

El hermano Jack comienza la mañana en la capilla porque la oración es el fundamento de su existencia. Confiesa que sin ella no podría funcionar, ya que tiene una necesidad vital de estar con Dios. Por la tarde le podemos encontrar en las calles de Bruselas con un grupo de jóvenes que cantan, bailan y cuentan lo que el Señor ha hecho en sus vidas: "salimos del convento a alabar y dar gloria a Dios de forma visible en la plaza pública, y nuestra alegría atrae a muchas personas que se acercan a preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos".

Al caer la noche se le puede ver haciendo compañía a algunas personas sin hogar, pero también en alguna zona de ocio, acercándose con su hábito franciscano a algún grupo de jóvenes sorprendidos a los que cuenta la Buena Nueva del amor de Dios. Reconoce que este tren de vida le cuesta porque se acuesta tarde y se levanta temprano, pero como él dice, “¡el Evangelio tiene que costarnos!"

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