Desde octubre de 2019, 60 iglesias, (53 de ellas católicas), han sufrido incendios intencionados en Chile. Pedro Narbona es el sacerdote a cargo de las parroquias de La Asunción y La Veracruz, en Santiago de Chile, que fueron atacadas e incendiadas por manifestantes en noviembre de 2019 en el marco del estallido social que se produjo en contra del Gobierno. La de la Asunción fue atacada de nuevo, el 20 de octubre del año pasado, durante otra manifestación, y actualmente no tiene techo.

En una conversación con Alfa y Omega, explica que las parroquias han trasladado su labor a otros locales, que con ayuda de algunos benefactores han podido preparar para celebrar los sacramentos y acoger a las personas». La reconstrucción, prevé, será «un trabajo a largo aliento» en el que contará con el apoyo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, que ha concedido a este sacerdote el Premio Libertad Religiosa 2021

Pero lo que más le preocupa es levantar el ánimo de sus feligreses, que vivieron lo ocurrido con mucho dolor e incomprensión. Esos templos destruidos representan toda su vida de fe y la de sus familias. Por eso su prioridad como pastor ha sido intentar trabajar la rabia y la amargura con la certeza de que la fe es mucho más que las paredes de un templo, y que Jesucristo siempre está en medio de nosotros. Pero también se ha producido una corriente de oración para pedir que los violentos cambien de actitud y opten por el camino de reconstruir el país desde el diálogo y el entendimiento.

Afirma que algunos están actuando sin discernimiento, destruyendo todo lo que hay porque piensan que nada vale, que hay que hacerlo todo de nuevo, y a eso se suma un rechazo específico a lo católico debido a los casos de abusos sexuales por parte de sacerdotes y de encubrimiento en las últimas décadas, que la Iglesia chilena intenta depurar. Pero subraya que no se puede olvidar todo el trabajo de servicio, de defensa y acompañamiento a tantas personas llevado también a cabo por los católicos desde la evangelización del país. Narbona insiste en no se puede comenzar a construir un país destruyéndolo y espera que la redacción de una nueva Constitución sume los esfuerzos de todos, y que la agresividad y la destrucción paren. Esa es la visión de la Iglesia, donde está creciendo la conciencia de que los católicos tienen que ser parte activa en este proceso.