Las imágenes que nos llegan desde Pakistán son escalofriantes. Una vez más el fanatismo terrorista ha atentado contra los cristianos, cuya persecución hasta la muerte en muchos lugares el mundo es una realidad que causa una enorme indignación, ante la respuesta tibia de buena parte de la comunidad internacional, que prefiere seguir mirando para otro lado.Esta vez han sido decenas de muertos y heridos en dos atentados suicidas perpetrados contra iglesias cristianas en Lahore, al este del país, y que ya han sido revindicados por los talibanes paquistaníes.El Papa Francisco ha vuelto a hablar claro este domingo. Que la persecución contra los cristianos, que el mundo trata de esconder, termine. Son iglesias cristianas, los cristianos son perseguidos y asesinados, derraman la sangre por eso mismo, porque son cristianos, y el fanático no admite al que piensa diferente, e incluso usa el nombre de Dios en vano para justificar la violencia.Pakistán es solo un lacerante ejemplo más, donde es frecuente la persecución, especialmente contra las minorías religiosas. Ya está bien. Que el don de la paz y de la concordia llegue a tantos lugares atravesados por la sinrazón del terrorismo, y que no cejemos en el empeño de la oración y de la denuncia. Ambas son imprescindibles para que el mundo entienda que es intento vano tratar de esconder esta vergüenza.