El Puente de Curtidores de Pamplona revela la historia del desaparecido barrio de los artesanos del cuero

La necesidad de agua del río Arga y los fuertes olores del oficio obligaron a estos artesanos a establecerse fuera de las murallas en un pequeño barrio medieval

Puente de Curtidores en Pampona
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Historia de las calles de Pamplona con Juan Echenique, autor de "Secretos de Pamplona"

Historia de las calles de Pamplona con Juan Echenique, autor de "Secretos de Pamplona"

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el

3 min lectura

El nombre del Puente de Curtidores de Pamplona no es arbitrario, sino que guarda la memoria de todo un barrio dedicado a un antiguo oficio. Tal como explica Juan Echenique, autor de "Secretos de Pamplona", en el espacio de COPE Navarra sobre la historia de la ciudad, este lugar fue durante siglos el corazón de la industria del cuero en la capital.

Se trata del segundo capítula de una nueva sección en la que Juan va a ir descubriendo los nombres de las calles de Pamplona y su historia. En el primer programa habló sobre la calle Francisco Bergamín, una de las más largas de la capital navarra y que tiene sus curiosidades. SABER MÁS AQUÍ

Puente de Curtidores en Pampona

Alberto Sanz

Puente de Curtidores en Pampona

Un pequeño barrio extramuros

El barrio de Curtidores era un pequeño arrabal de origen medieval situado a orillas del río Arga, entre el actual Casco Antiguo y el barrio de la Rochapea. Echenique lo sitúa "a la derecha de lo que es la cuesta de Santo Domingo". Este núcleo, de apenas "4 o 5 casas", se encargaba de suministrar cuero a toda la ciudad, que en el siglo XVI contaba con unos 9.000 habitantes.

Un dato curioso, recuperado por Echenique de un artículo del historiador Martinena, revela la particular situación administrativa del barrio. Para cuestiones civiles, pertenecía al burgo de San Cernin, pero para los asuntos religiosos sus vecinos debían acudir a la parroquia de San Lorenzo.

Un oficio marcado por el agua y el olor

La ubicación de los curtidores fuera de las murallas no era casual, sino que respondía al "sentido común y de lógica", según Echenique. El motivo principal era la necesidad de ingentes cantidades de agua para el proceso de curtido de las pieles, lo que hacía de la ribera del río el lugar idóneo.

La segunda razón eran los "fortísimimos olores, no precisamente agradables" que generaba el proceso por los productos químicos que se utilizaban. Esta combinación de necesidad de agua y el potente olor convertía la vida extramuros en la opción más lógica para estos artesanos.

Puente de Curtidores en Pampona

Alberto Sanz

Puente de Curtidores en Pampona

Del cuero a los restos del olvido

El trabajo de los curtidores era arduo. El proceso comenzaba en talleres llamados tenerías o adoberías, donde los peleteros raspaban la grasa y el pelo de las pieles. Posteriormente, aplicaban sal y otros productos, alternándolos con baños de agua. Las pieles se ponían a secar en lo que hoy es el Puente de Curtidores, elegido por ser un lugar donde daba el sol gran parte del día.

En el siglo XVI, el cuero era un material esencial con el que se fabricaba desde calzado, correas y bolsos hasta armaduras e incluso odres. Echenique aclara que estos eran "recipientes para trasladar líquidos como el vino o el aceite".

Recipientes para trasladar líquidos como el vino o el aceite"

Juan Echenique

Autor de la trilogía "Secretos de Pamplona"

Sin embargo, el oficio inició su declive con la llegada de la industrialización. La forma artesanal y costosa de fabricar el cuero fue dando paso a otros materiales más accesibles y baratos. Como señala Echenique, el plástico se ha convertido en el nuevo sustituto: "el plástico es el cuero del siglo veintiuno". Esto supuso la decadencia y posterior desaparición del barrio en la primera mitad del siglo XX.

El plástico es el cuero del siglo veintiuno"

Juan Echenique

Autor de la trilogía "Secretos de Pamplona"

Hoy, solo los restos de una de aquellas casas se mantienen como un "buen testigo de lo que fue aquel humilde barrio de Curtidores". Las ruinas pueden observarse en las faldas de Santo Domingo, junto al río Arga, como un recuerdo silencioso de un pedazo olvidado de la historia de Pamplona.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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