Nuevo socavón en la Barriada de San Fernando de Badajoz
Vecinos del barrio pacense conviven desde hace meses con una grieta urbana que denuncia la distancia entre la administración y la ciudadanía, mientras el riesgo de accidente crece

Badajoz - Publicado el
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En Badajoz se ha abierto una nueva herida en la vía pública. No es una simple grieta, sino un socavón que, desde hace varios meses, se ha adueñado de la acera en la confluencia de la Plaza Gabriel Montesinos y la calle Galíndez de Carvajal. Esta cicatriz urbana, más allá de su impacto estético, se ha convertido en una fuente de peligro constante para quienes transitan por allí a diario.
Manu, un residente de la zona, se ha erigido como portavoz involuntario de una preocupación compartida. Con una mezcla de frustración y resignación, relata cómo este agujero es ya un elemento más del paisaje, pero no por ello menos amenazante. "Desde hace varios meses, los vecinos de la zona tenemos que lidiar con esto a diario", afirma. Su testimonio no es el de un ciudadano quejumbroso, sino el de alguien que ha agotado las vías de diálogo formales. La situación, lejos de mejorar, se estanca en un limbo burocrático del que nadie parece querer hacerse cargo.

Socavón en la bajada de las escaleras de la Plaza Gabriel Montesinos
Los agentes de la Policía Local han sido alertados en numerosas ocasiones, un hecho que debería haber activado protocolos de urgencia para derivar el asunto a los servicios municipales correspondientes. Sin embargo, la respuesta, o más bien la ausencia de ella, ha sido unánime: el silencio. También se ha llevado el caso al Ayuntamiento, la institución que, en última instancia, tiene la responsabilidad de velar por la seguridad de la vía pública y el bienestar de sus administrados. La reacción, o la falta de ella, ha sido la misma. No ha habido comunicados, no se han instalado señalizaciones y, lo que es más grave, ninguna solución parece estar en camino.
Mientras la maquinaria administrativa permanece inmóvil, el riesgo real para las personas se incrementa con el paso de los días. Las fotografías adjuntas no dejan lugar a dudas: se trata de una oquedad lo suficientemente profunda y abrupta como para provocar una caída grave. Quienes caminan distraídos, los niños que corren o, especialmente, las personas mayores con movilidad reducida o problemas de visión, se enfrentan a un peligro palpable cada vez que pisan esa acera. La posibilidad de un tropiezo, una torcedura o algo peor no es una hipótesis alarmista, sino una consecuencia previsible que los vecinos temen que ocurra antes de que alguien decida actuar.

Acerado de la calle Galíndez de Carvajal