El descenso continuado de las matanzas y la pandemia hacen peligrar esta tradición

En los últimos años muchas familias evitaban hacer matanzas comprando solo la carne del cerdo ya separada por piezas para hacer los embutidos directamente

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Los datos de matanzas caseras y sacrificios de cerdos destinados al consumo humano de la campaña 2021-2022 en Almendralejo, con 36 matanzas y 39 cerdos, apuntan a la pérdida de apoyo de una de las tradiciones extremeñas más comunes en las familias hace décadas.

El descenso se inició hace más de diez años, cuando el número de cerdos pasó de 180 en 2009 a los 123 de 2012, cuando hubo sólo 56 matanzas en Almendralejo.

La curva descendente en el número de matanzas llegó a unas cifras destacadas en 2018 con 36 matanzas, casi la mitad en un lustro, con 79 guarros sacrificados. Al año siguiente hubo 27 y veinte cerdos menos.

Pero la pandemia ha dado la estocada a una costumbre ancestral en toda la comarca de Tierra de Barros.

Las exigencias impuestas por Salud Pública para evitar contagios de covid a la hora de realizar matanzas en los domicilios y el miedo a juntarse más personas de las habituales ha hecho que sea difícil conocer a alguna familia que haga matanza en la ciudad, según han indicado a Efe fuentes de la Oficina Municipal de Consumo (OMIC), que lleva el registro.

En el año que comenzó la pandemia, la temporada terminó con 27 matanzas y 59 cerdos sacrificados y en la presente campaña, ha habido ya alguna más, 36 matanzas y 39 cerdos.

En los últimos años muchas familias evitaban hacer matanzas comprando solo la carne del cerdo ya separada por piezas para hacer los embutidos directamente, una opción muy extendida en los últimos años, ya que se ahorra el servicio del veterinario, el matanchín y los siempre desagradables chillos del gorrino moribundo, resultando el proceso mucho más limpio.

Aunque aún quedan días, la campaña de matanzas se ha dado por concluida en la práctica, según ha señalado a Efe la concejala de Consumo, Isabel Ballesteros, ya que es precisamente el frío lo que buscan los amantes de esta tradición para evitar que la temperatura templada estropee el embutido.

Hay que reconocer que otros condicionantes también han afectado a este declive, al margen de la pandemia, como es el precio de la carne ibérica, que ha subido en la última década de forma notable al ser mucho más valorada en el mercado; además del cambio en los hábitos de consumo, con cada vez más personas que reducen la ingesta de embutidos y carne en general.

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