El día que Bergoglio celebró misa en València y casi nadie lo sabía

Bergoglio se negó en un primer momento a presidir la misa, insistiendo con humildad: “Presida usted, por favor”

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El cardenal Bergoglio en el centro y a su derecha Vicente Jiménez, obispo de Osma-Soria en ese momento

Borja Rodríguez

Valencia - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Este 22 de abril, el mundo amaneció con la noticia del fallecimiento del Papa Francisco en Roma. Se marcha el pontífice argentino que cambió el rostro de la Iglesia con su cercanía, sencillez y humanidad. En su legado, más allá de sus gestos y discursos como sucesor de Pedro, queda también una visita discreta a València, casi olvidada por la mayoría, pero profundamente recordada por quienes la vivieron de cerca.

No fue como Papa, sino como cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, cuando pisó tierras valencianas el 8 de julio de 2006. La ciudad acogía entonces el V Encuentro Mundial de las Familias, presidido por el Papa Benedicto XVI, y entre los miles de peregrinos que acudieron desde todas partes del mundo, se encontraba un joven obispo español que nunca olvidaría aquel día.

Un CLÉRIMAN RIGUROSO y un corazón humilde  

Don Vicente Jiménez, entonces obispo de Osma-Soria, recuerda cómo, durante aquellos días de celebración, se organizaban misas por grupos lingüísticos en distintas parroquias. Él acudió con una representación de familias a la parroquia del Santo Ángel Custodio, en el barrio de Patraix, donde coincidió con el que años más tarde se convertiría en Papa.

Allí estaba, paseando por el atrio con rostro serio, el entonces cardenal Bergoglio. Delgado, esbelto y de paso tranquilo, no era un rostro conocido para la mayoría. Pero el obispo Vicente le reconoció al instante: Había practicado ejercicios espirituales con él unos meses antes, en enero, cuando dirigió las meditaciones para los obispos de España”, cuenta con emoción.

El reencuentro fue sencillo y cálido. Al dirigirse a la sacristía, Bergoglio se negó en un primer momento a presidir la misa, insistiendo con humildad: “Presida usted, por favor.” Pero el joven obispo, con respeto y algo de humor, le replicó: “Yo soy un obispo de una pequeña diócesis, y usted es cardenal de la Santa Iglesia Católica Romana. Debe presidir usted.

Finalmente, accedió. Y fue así como se celebró una misa que hoy adquiere un valor casi histórico: la única ocasión en la que el futuro Papa Francisco ofició en València

Una fotografía y un recuerdo imborrable  

En el anonimato de aquel momento, alguien del público captó una fotografía. Años después, cuando don Vicente visitó al ya Papa Francisco en Roma durante una visita, le llevó la imagen. “¿Se reconoce, Santo Padre?”, le preguntó. Y el Papa, sonriendo, respondió: “Sí, de València.

Conserva aún esa fotografía. Y también los papeles que Bergoglio entregaba durante los ejercicios espirituales: hojas con síntesis de las homilías, meditaciones que reflejan la profundidad espiritual del hombre que años después llevaría la cruz del mundo entero. “Cuando fue elegido Papa, muchos obispos me pidieron esos documentos, y yo los tenía todos. Luego se publicaron en la Biblioteca de Autores Cristianos.” 

El hombre que cambió con el peso del mundo  

Monseñor Jiménez destaca cómo el carácter de Bergoglio se transformó tras su elección como Papa. “Cuando era cardenal, tenía un semblante más serio, incluso algo rígido. Pero desde que fue elegido Papa, su rostro cambió. Se volvió más sonriente, más cálido, más cercano.”

Y aunque no volvió a coincidir con él tras aquella misa en València, sí pudo saludarle en otras ocasiones en Roma, como cuando recibió el palio arzobispal o durante los sínodos de octubre de 2023 y 2024, en los que participó como padre sinodal en representación de la Conferencia Episcopal Española. 

Un Papa para la historia  

Ha sido el pastor universal de la Iglesia, el signo de Cristo en la tierra. Y también, un hombre profundamente humano”, concluye Monseñor Jiménez. Su muerte deja un vacío, sí, pero también una estela de recuerdos que permanecerán vivos en quienes lo conocieron en silencio, lejos de los focos.

València, sin saberlo entonces, fue testigo de uno de esos momentos sencillos que más tarde se convierten en historia. Una misa discreta. Un saludo en una sacristía. Un cardenal que prefería ceder el protagonismo. Un Papa que ya entonces era Francisco.

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