Así es preparar la EBAU tras una catástrofe natural: "Son héroes"
La conocida como prueba de selectividad llega a Valencia con más dificultad que nunca para los alumnos marcados por la Dana, sobre todo los jóvenes que viven en las zonas más dañadas.

Ebau
Valencia - Publicado el
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La EBAU siempre es un momento de gran tensión para los jóvenes, y más este año donde hay unos 25.000 adolescentes que van a presentarse en las llamadas zonas cero de la Dana. Un curso que ha sido especialmente duro para los estudiantes de Alfafar, Mislata, Massanassa o Paiporta, que sufrieron el impacto muy de cerca. Yolanda Navarro, orientadora de instituto, explica en Mediodía COPE Valencia cómo afrentar una prueba tan importante para el futuro de muchos jóvenes tras un acontecimiento tan impactante.
Yolanda Navarro comienza reconociendo que, aunque cada año supone un reto, este curso ha sido “muy excepcional y muy diferente a todos”. Desde que ocurrió la DANA en octubre, el alumnado ha atravesado “etapas muy difíciles, de superación, de nervios, de no poder concentrarse a la hora de estudiar”.
Un curso marcado por la superación
Aunque existe la posibilidad de presentarse a una convocatoria posterior abierta por la Generalitat Valenciana, la mayoría del alumnado quiere “tener las mismas oportunidades que todos y poder disfrutar del verano, que se lo merecen”. A pesar de todo, no han perdido el ánimo ni la determinación por cumplir sus objetivos.
La preparación para la EBAU ha sido especialmente intensa. “Ellos y los profesores han estado, bueno, están hasta el último minuto con ellos apoyándolos”, comenta Navarro. En estos días previos a la prueba, “los tenemos aquí perfilando, concretando, repasando, reforzando”. El profesorado ha estado completamente disponible para resolver cualquier duda y acompañar al alumnado en esta recta final.
El papel de la orientación: acompañamiento emocional y resiliencia
La labor de Yolanda Navarro ha sido clave para ayudar al alumnado a superar no solo los retos académicos, sino también los emocionales. “Como orientadora, ha sido acompañarlos durante todo ese proceso”, explica. Se han trabajado herramientas como técnicas de respiración, relajación, escucha activa, y se ha fomentado el compartir experiencias.
“Sobre todo la escucha, poder compartir experiencias, poder también darle oportunidad a que se curaran esas pequeñas heridas que ellos han ido arrastrando”. Esta labor de acompañamiento ha sido una constante de todo el equipo docente, que se ha volcado completamente con su alumnado. “Hemos estado con ellos al mil por mil atendiendo en el momento cualquier necesidad”.
Una generación que ha madurado antes de tiempo
Más allá del curriculum, los estudiantes han aprendido lecciones de vida. “Son chavales que han ayudado en esa DANA. Han aprendido lo que no está escrito. Son héroes y heroínas”, afirma con emoción Yolanda. “Han demostrado ya con creces todo lo que valen y lo que son capaces de superar”.
La madurez que han desarrollado estos jóvenes a raíz de la catástrofe ha sido sorprendente, “han madurado lo que muchos adultos todavía no han alcanzado”, afirma la orientadora.
Un año duro también para el equipo docente
La otra cara de la moneda es el desgaste emocional del personal educativo. Yolanda admite que ha sido uno de los años más duros de su carrera, “mucha incertidumbre muchas veces, mucho colapso. Aunque somos profesionales, muchas veces se nos desborda un poco”.
El trabajo de contención emocional también ha sido necesario dentro del propio equipo: “Ha sido un poco de entre todos, sentirnos apoyados, comprendidos, hemos trabajado mucho la validación, de llorar, de rabiar, de golpear. De validar esas emociones y de entendernos a nosotros mismos”.