El alcohol deja huella en el cerebro… incluso años después de dejar de beber

Un estudio evidencia la necesidad de replantear los tratamientos contra la adicción al alcohol

Jorge Manzanares,catedrático de farmacología, evidencia la necesidad de replantear los tratamientos contra la adicción al alcohol
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Denis Rodríguez

Alicante - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Un nuevo estudio científico en el que participa la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) pone en duda la eficacia a largo plazo de los tratamientos actuales contra la adicción al alcohol. La investigación, publicada en la revista Frontiers in Psychiatry, revela que incluso dos años después de finalizar un programa terapéutico, los pacientes con dependencia alcohólica moderada o grave siguen mostrando una fuerte reactividad ante estímulos relacionados con el alcohol y mantienen un alto riesgo de recaída.

La investigación ha sido liderada por el catedrático Gabriel Rubio, de la Universidad Complutense de Madrid, en colaboración con el catedrático de Farmacología de la UMH, Jorge Manzanares. En declaraciones a Herrera en COPE Alicante, Manzanares ha subrayado que los resultados “ponen en evidencia que dejar de beber no significa estar recuperado”. Según ha explicado, “el sistema de respuesta al estrés sigue hiperactivado incluso después de años de abstinencia, y eso hace que el riesgo de recaída sea permanente si no se aborda con un enfoque terapéutico más profundo y prolongado”.

El estudio se basa en la observación de 154 pacientes del Programa de Tratamiento del Alcoholismo del Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid). Se les evaluó al inicio del tratamiento y dos años después de concluirlo. A pesar de haber mejorado síntomas como la ansiedad, la depresión o la impulsividad, su respuesta fisiológica ante imágenes asociadas al alcohol —medida a través del cortisol en saliva— no mostró apenas variaciones. “El cortisol es un indicador clave del estrés; si sigue aumentando ante estímulos alcohólicos, significa que el cerebro no ha desactivado del todo su relación con la sustancia”, apuntó Manzanares.

Este patrón de respuesta, conocido como blunted cortisol response, revela una alteración persistente del eje del estrés, que puede condicionar la conducta del paciente de forma automática, incluso sin deseo consciente de beber. La investigación también concluye que los efectos son más pronunciados en hombres y en personas con antecedentes de recaída.

Ante estos hallazgos, los expertos insisten en la necesidad de replantear tanto la duración como el enfoque de los tratamientos actuales. “Hacen falta programas de apoyo sostenidos en el tiempo, al menos durante cinco años, y personalizados para cada paciente”, señaló Gabriel Rubio. Además, los investigadores consideran que la medición del cortisol en saliva —una técnica sencilla y no invasiva— podría convertirse en una herramienta útil para detectar riesgo de recaída o vulnerabilidad al estrés crónico.

En un momento en que el alcoholismo sigue siendo una de las adicciones con mayor impacto social y sanitario, este estudio refuerza la idea de que abordar la recuperación no es cuestión de semanas o meses, sino de una estrategia integral a largo plazo.

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