¿Conoces el histórico origen militar de la expresión "me ha costado un ojo de la cara"?

Aunque no hay una fecha exacta ni un acta notarial que diga "aquí nació la frase", los expertos en etimología apuntan a varios orígenes

La expresión podría tener muchos orígenes, pero el más aceptado es el ocurrido durante la conquista de América

La expresión podría tener muchos orígenes, pero el más aceptado es el ocurrido durante la conquista de América

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

6 min lectura

Si alguna vez has soltado un “¡esto me ha costado un ojo de la cara!” al ver el precio de algo, te habrás preguntado de dónde viene esa frase tan gráfica. 

Y aunque no hay una línea directa que conecte al conquistador español Diego de Almagro con esta expresión, su historia de perder un ojo durante la conquista del Perú nos da una pista jugosa sobre por qué esta frase pega tan fuerte. 

 Diego de Almagro: el conquistador tuerto  

Diego de Almagro fue uno de esos personajes de la historia que no pasan desapercibidos. Nacido en España alrededor de 1475, este conquistador llegó al Nuevo Mundo con Francisco Pizarro para explorar y conquistar lo que hoy conocemos como Perú. Pero la vida de conquistador no era precisamente un paseo por el parque. En 1532, durante las batallas contra los incas, Almagro se llevó un flechazo o un golpe (las crónicas no son del todo claras) que le costó un ojo. 

¡Ouch! Imagínate el dolor y el drama en plena selva o sierra peruana, sin hospitales ni analgésicos modernos. Perder un ojo en esa época no era solo una cuestión de estética: significaba una discapacidad seria, especialmente para un hombre que dependía de su destreza en combate y exploración.

Retrato de Diego de Almagro

Retrato de Diego de Almagro

A pesar de la pérdida, Almagro no se rindió. Siguió liderando expediciones, incluyendo una durísima al actual Chile, y se ganó el apodo de “El Tuerto” entre sus contemporáneos. Su historia de sacrificio físico, de dar literalmente una parte de su cuerpo por la conquista, es el tipo de relato épico que pudo haber inspirado expresiones como “costar un ojo de la cara”. Porque, vamos, si algo te cuesta un ojo, ¡es que pagaste un precio altísimo!

 La expresión: un eco de sacrificios extremos  

Ahora, ¿cómo se relaciona esto con la frase “me ha costado un ojo de la cara”? La expresión, como te contamos antes, tiene raíces que probablemente se remontan a la antigüedad, pero en el contexto de la conquista de América, historias como la de Almagro le dieron un sabor especial. En el siglo XVI, los conquistadores y sus hazañas eran la comidilla del momento. La gente en España y América oía relatos de hombres como Almagro, que pagaban con sangre, sudor y, en su caso, un ojo, para lograr sus objetivos. Decir que algo “costaba un ojo” era una forma vívida de expresar un esfuerzo o sacrificio enorme, como el que hacía un conquistador al jugarse la vida (y los ojos) en tierras desconocidas.

No hay evidencia documental de que la frase naciera directamente por Almagro, pero su historia encaja como anillo al dedo. En una época donde las heridas en combate eran comunes, y perder un ojo era un riesgo real, la expresión pudo haberse popularizado como una manera de exagerar el costo de algo, comparándolo con un sacrificio físico tan brutal como el de un guerrero o conquistador. Almagro, con su parche (o lo que usara para cubrirse el ojo), se convirtió en un símbolo de ese tipo de pérdida.

 De la conquista a tu conversación de hoy  

Con el tiempo, “costar un ojo de la cara” se asentó en el idioma español, viajando de la España del Siglo de Oro a América Latina y adaptándose a los contextos de cada lugar. En el camino, la frase perdió su conexión directa con las batallas y los conquistadores, pero mantuvo ese tono dramático que la hace tan efectiva. Hoy, cuando dices “me costó un ojo de la cara” porque pagaste una fortuna por unos zapatos o un celular, estás, sin saberlo, haciendo eco de un mundo donde hombres como Almagro ponían el cuerpo (y los ojos) en la línea por la gloria, la riqueza o la supervivencia.

Estatua de Diego de Almagro en la plaza mayor de Almagro

Estatua de Diego de Almagro en la plaza mayor de Almagro

 Un guiño a Almagro  

La próxima vez que uses la expresión, piensa en Diego de Almagro, el conquistador tuerto que dejó un pedazo de sí mismo en la conquista del Perú. Aunque no inventó la frase, su historia nos recuerda por qué algo tan caro se compara con perder un ojo: porque en su tiempo, como hoy, un sacrificio así era el colmo del precio a pagar. Así que, si te duele el bolsillo por algo que compraste, ¡alégrate de que no te costó un ojo de verdad!

otros posibles orígenes

Aunque no hay una fecha exacta ni un acta notarial que diga "aquí nació la frase", los expertos en etimología apuntan a que, además de Almagro, "cuesta un ojo de la cara" tiene raíces que se hunden en la antigüedad, probablemente en el mundo grecolatino. Una de las teorías más aceptadas nos lleva a la Roma clásica, donde las leyes y castigos eran, digamos, bastante drásticos. 

En aquella época, las multas o sanciones podían ser tan desorbitadas que se comparaban con perder algo tan valioso como un ojo, una parte del cuerpo esencial para la supervivencia. Imagínate: en un mundo sin gafas ni cirugías modernas, quedarse tuerto era un precio altísimo, casi como perder la mitad de tu mundo.

Otra hipótesis, igual de interesante, apunta al ámbito militar. En la Edad Media, los soldados que luchaban con espadas y arcos corrían el riesgo de perder un ojo en combate. Una herida así no solo era dolorosa, sino que podía significar el fin de su carrera y, por ende, de su sustento. Decir que algo costaba "un ojo de la cara" era una forma de expresar que el precio era tan elevado que equivalía al sacrificio físico de un guerrero.

También hay quienes vinculan la expresión a los marineros y piratas, que solían exagerar el valor de las cosas comparándolas con algo tan dramático como un ojo perdido en una pelea o en un accidente en alta mar. ¡Y no nos olvidemos de las leyendas! Algunas historias populares sugieren que en ciertas culturas se exigía un ojo como pago simbólico por deudas o favores, aunque esto es más mito que realidad.

Lo curioso es que "cuesta un ojo de la cara" no solo sobrevivió, sino que se hizo universal en el mundo hispanohablante. En cada país, la frase tiene su propio sabor: en México, por ejemplo, se usa con el mismo énfasis que en España, pero a veces se le añade un toque de humor, como "¡Me costó un ojo de la cara y el otro me lo están cobrando!". En Argentina o Chile, puede ir acompañada de un gesto exagerado, como si realmente estuvieras calculando el valor de tu ojo en el mercado.

 ¿Y por qué nos encanta usarla?  

La razón por la que esta expresión sigue viva es simple: es directa, gráfica y conecta con esa sensación universal de soltar un suspiro cuando ves el precio de algo. Es como si, al decirlo, estuviéramos compartiendo una queja colectiva, un guiño a lo caro que puede ser vivir. Además, su tono exagerado la hace perfecta para el humor y la ironía, dos ingredientes clave en la forma de hablar de muchos hispanohablantes.

Hoy, en 2025, la frase sigue tan vigente como siempre. La usamos para hablar del precio de un móvil nuevo, de un alquiler en una gran ciudad o incluso de un café en un sitio fancy. Y aunque la tecnología y los tiempos han cambiado, la sensación de que algo "cuesta un ojo de la cara" sigue siendo tan real como en la época de los romanos o los piratas.

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