El calendario litúrgico cristiano, desconocido por muchos, no sigue el orden mensual del romano: el anuario de los cristianos es el desarrollo de los momentos más importantes de la vida de Jesucristo, es la presencia viva de su nacimiento, vida pública, muerte y resurrección. Se establecen diferentes tiempos, periodos en los que espiritualmente los cristianos celebramos y actualizamos en nuestro día a día la presencia de Cristo.

De ahí que el primer tiempo litúrgico sea el Adviento, como preparación al nacimiento de Jesús, que se celebra en Navidad; después, se celebra un tiempo ordinario en el que se ayuda a entender la historia de la salvación, que se manifiesta en plenitud en Jesucristo. Después, la Cuaresma, como preparación a la pasión, muerte y resurrección, que se celebra en el tiempo de Pascua, volviendo al tiempo ordinario hasta el inicio de Adviento.

Las celebraciones litúrgicas de estos espacios conllevan una serie de símbolos y signos que, lejos de caer en elementos meramente externos, ayudan potenciar la espiritualidad de cada uno de ellos; el color de los ornamentos o la austeridad o expresividad decorativa son algunos de ellos.

Las hermandades de Semana Santa no son ajenas a estos símbolos y con su implicación en la presentación de sus sagradas Imágenes ayudan y potencian a vivir los tiempos litúrgicos de manera especial. Una caso destacado es el de las imágenes de vestir.

La tradición de vestir las imágenes devocionales en España se vincula con la de Nuestra Señora de la Soledad del Convento de la Victoria (Madrid) y como la condesa de Ureña decidió que vistiera «de soledad y viudez...» como lo hacían las viudas de la casa real de los Austrias (siglo XVI). Esta iconografía se ha mantenido en muchos imágenes de nuestra diócesis, en la que la imagen viste manto negro y saya blanca, con rostrillo.

No se conoce de manera fehaciente la adaptación de su vestuario a los diferentes tiempo litúrgicos, si bien podemos exponer que no tuvo que ser lejano al siglo XVII y no solo por las Dolorosas (denominación para las advocaciones de Semana Santa). En Cuenca, por ejemplo, conocemos el ajuar de la Virgen del Sagrario de la Catedral o el de la Virgen de la Esperanza de su capilla homónima en la parroquia de El Salvador, nutrido ajuar de colores que se relacionan con los tiempos litúrgicos. Incluso en el inventario que la Congregación de Nuestra Señora de las Angustias posee de finales del siglo XVIII se indica la propiedad de un manto morado de la patrona, obviamente vinculado a la Cuaresma.

Actualmente, las hermandades de Semana Santa de Cuenca hemos recibido ese relevo, si bien en un periodo relativamente moderno. De esta forma, la mayoría de las imágenes de Virgen y algunas de advocaciones de santos (Sta. María Magdalena, Verónica o San Juan Evangelista) se visten desde principios del nuevo siglo adaptándose a los tiempos litúrgicos o meses de tradición en oración: para Adviento – con el blanco- , la Inmaculada –con azul-, Navidad – de blanco-, Cuaresma – en morado o con sobriedad, o implantando tradiciones de matiz andaluz (por ejemplo, vestir de hebrea en tiempo de Cuaresma, costumbre iniciada en Sevilla en 1925 por Juan Manuel Rodríguez Ojeda con Nuestra Señora de la Hiniesta) , Pascua de blanco - y el mes de noviembre – de negro, de luto- por los difuntos.

La Diputación de Cuenca patrocina este contenido de la edición digital de La Voz de la Pasión

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