Un niño con parálisis cerebral vive encerrado en su casa por incapacidad institucional

A veces el drama humano no se esconde tras las cifras, guerras o catástrofes. A veces el drama está a tan solo cuatro pisos de altura. Sin ascensor, con una silla de ruedas frente a una escalera que parece un muro infranqueable. Esta es la realidad de un niño de 10 años de Las Palmas de Gran Canaria que padece parálisis cerebral que vive enclaustrado en su vivienda, no por su condición, sino por la indiferencia de las instituciones que parecen sordas ante su grito silencioso.

Su Padre, Nelson, en Herrera en COPE Gran Canaria, denunció con la voz rota la realidad de su hijo y el sufrimiento de la familia: "mi hijo está atrapado en casa por la inacción institucional, llevamos luchando con esto desde que nació, hemos hecho todos los protocolos, todo lo que nos han dicho, pero a día de hoy estamos incluso peor, con una carga emocional y física insostenible" se lamenta.

hemos hecho todos los protocolos, todo lo que nos han dicho, pero a día de hoy estamos incluso peor, con una carga emocional y física insostenible

Nelson, padre del menor

Este niño vive en un cuarto piso sin ascensor. Salir a la calle se ha convertido en un acontecimiento esporádico pero muy necesario. "Cuando baja, aunque sea una vez al mes, se le ilumina la cara", asegura su padre, "es su única alegría, pero no podemos seguir así". Necesitamos una vivienda adaptada, no pedimos lujos, solo dignidad."

Han pedido ayuda a la casa real, al presidente del gobierno y al diputado del común, pero nadie les escucha

Nelson denuncia que han agotado todos los caminos: Ayuntamiento, Servicios Sociales, Defensor del Pueblo, incluso cartas dirigidas a la Casa Real y al presidente del Gobierno. Pero las respuestas no llegan: "no dicen que no pueden hacer nada, que hay protocolos, que hay listas de espera, que hay mucha gente como nosotros". Mientras tanto, su hijo sigue sin vida y "nosotros, también, nos sentimos muertos en vida". Asegura Nelson.

Nos sentimos muertos en vida

Nelson, padre del menor

Si esto es doloroso, el trato que reciben de las instituciones no es menos, es realmente triste las soluciones que les han dado los servicios sociales: "nos han sugerido que ocupemos una vivienda o que lo metamos en una residencia", cuando Nelson escuchó estas propuestas "se me cayó el alma al suelo", dice muy afectado a la vez que se pregunta si ¿esta es la solución que da un país avanzado a la desesperación de una familia con su hijo"?

"estamos muertos en vida, vemos como se dan vivienda a los recién llegados y nosotros seguimos sin solución"

Nelson no oculta su frustración cuando "vemos que como se dan ayudas rápidas, viviendas a personas extranjeras, recién llegadas, mientras a nosotros que somos ciudadanos de aquí y además cumplimos todos los requisitos, nos rechazan".

Esta no es solo una historia de parálisis física, también de una parálisis institucional. De cómo un niño queda encerrado por un escalera que nadie se atreve a bajar para ayudarle. De como una familia puede perder la esperanza cuando la sociedad que debería sostenerla mira hacia otro lado. "Seguimos luchando por inercia, incluso hemos tenido que bañar a mi hijo en el suelo porque no tenemos baño adaptado", asegura Nelson.

Seguimos luchando por inercia, incluso hemos tenido que bañar a mi hijo en el suelo porque no tenemos baño adaptado

Nelson, padre del menor

Ese amor convertido en resistencia, no debería ser la única respuesta, porque la administración sigue atrapada en un laberinto de burocracia. Hay un niño que sueña con bajar a la calle, respirar aire fresco y sentirse libre y no aprisionado por la incapacidad manifiesta de las instituciones.