El "idioma" a punto de extinguirse en Aragón pero que la mayoría de sus hablantes son niños: sigue vivo gracias a un inglés y lo hablan 200 personas

Este dialecto tiene una historia única y muy poco usual en España

San Miguel de Linas de Broto, en Sobrarbe

San Miguel de Linas de Broto, en Sobrarbe

Luis Calabor

Madrid - Publicado el

3 min lectura

En España existen lenguas y dialectos que, poco a poco, van quedando relegados al recuerdo. Palabras que se usaban en pueblos enteros hace apenas unas décadas hoy sobreviven en conversaciones familiares o en fiestas locales. Es el caso del asturleonés, el extremeño o el caló, que luchan contra el paso del tiempo. 

Pero en Aragón, en pleno Pirineo oscense, resiste una variedad lingüística única que sorprende por su vitalidad en un contexto de amenaza: el chistabino, una forma de aragonés que todavía hablan alrededor de 200 personas en el valle de Gistau.

Este idioma se habla en el norte de Huesca

Este idioma se habla en el norte de Huesca

LA MAYORÍA DE SUS HABLANTES SON... NIÑOS Y JÓVENES

Lo más llamativo es que, a diferencia de lo que ocurre en muchos procesos de desaparición lingüística, en este caso la mayoría de sus hablantes son niños y jóvenes, lo que abre una pequeña ventana de esperanza para este “idioma” que se mantiene contra todo pronóstico.

El valle de Gistau, en la comarca oscense de Sobrarbe, es un lugar aislado por la montaña y con apenas 663 habitantes repartidos en municipios como Gistaín, Plan o San Juan de Plan. Allí, en las conversaciones cotidianas, todavía se escucha el chistabino, que convive con el castellano en la vida diaria de los vecinos.

Los jóvenes mantienen vivo este idiom

Los jóvenes mantienen vivo este idiom

Lejos de ser solo una reliquia, este habla se convierte en seña de identidad. En casas rurales, en reuniones familiares o en fiestas como el “Día del Traje Chistabino”, los habitantes reivindican su manera de hablar como un patrimonio cultural que merece seguir vivo.

El chistabino es una variedad del aragonés que se ha mantenido bastante al margen de la influencia del castellano gracias al aislamiento geográfico del valle. Los expertos lo describen como una de las formas más puras y arcaicas del aragonés, con sonidos y giros que ya no se usan en otras zonas.

200 personas hablan del chistabino, de los cuales la mayoría son jóvenes

CÓMO UN INGLÉS HA SALVADO EL CHISTABINO

Palabras diferentes para nombrar objetos cotidianos, formas verbales antiguas y expresiones únicas hacen que este dialecto sea reconocido como un tesoro lingüístico. No obstante, al no enseñarse en la escuela y depender casi exclusivamente de la transmisión oral, su futuro sigue siendo incierto. Un inglés detrás de su conservación

Paradójicamente, una de las personas que más ha hecho por preservar el chistabino no es aragonés, sino inglés. Se trata del filólogo Brian Leonard Mott, que en los años 80 elaboró un primer diccionario chistabino-castellano y, más tarde, una versión etimológica más completa.

Gracias a sus investigaciones, muchas de las palabras y expresiones que solo existían en la memoria de los mayores quedaron registradas y hoy se conocen más allá del valle. Su trabajo es una muestra de cómo, a veces, la mirada de fuera ayuda a valorar lo que dentro se da por perdido.

Los números, sin embargo, son claros: apenas 200 personas hablan chistabino en su vida diaria. La cifra es mínima si se compara con los entre 10.000 y 12.000 hablantes activos de aragonés en general, pero suficiente para mantener un pequeño núcleo resistente.

Bandera de Aragón ubicada en la plaza Aragón de Zaragoza, ondeando a media asta,

EUROPA PRESS

El aragonés sigue vivo a duras penas

La diferencia está en que en Gistau los más pequeños todavía lo usan en su entorno familiar, algo que rara vez ocurre con otras lenguas minoritarias. Ese detalle convierte al chistabino en un caso único dentro del panorama lingüístico español. 

El chistabino es mucho más que una forma de hablar: es una identidad compartida por los vecinos de un valle que se reconoce en su cultura, sus tradiciones y su historia. Pese al riesgo de extinción, la transmisión a nuevas generaciones mantiene viva la esperanza de que este “idioma” pueda seguir resonando en las montañas de Aragón durante muchos años más.

La pregunta que queda en el aire es si será suficiente con la pasión de un valle, el trabajo de un investigador extranjero y el entusiasmo de unos niños para asegurar su supervivencia en el siglo XXI.

Herrera en COPE

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