Experimentos de ciencia ficción bajo tierra: "Más de 200 investigadores a 850 metros de profundidad"

Estas instalaciones del Pirineo son uno de los diez laboratorios subterráneos que hay en el mundo y el segundo más importante de Europa que investiga la materia oscura y los enigmas del universo

Cada mejora tecnológica acerca un poco más a los científicos a descubrir los secretos que se esconden tras la materia invisible del universo
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PAOLA BANDRÉS

¿Cómo es el laboratorio subterráneo de Canfranc?

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el

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Silencio, oscuridad y roca. Bajo cientos de metros de montaña, en el valle de Canfranc, científicos de todo el mundo escuchan las señales más débiles del cosmos. El Laboratorio Subterráneo de Canfranc (LSC) se ha consolidado como una de las infraestructuras científicas más importantes de Europa. En él, la física, la ingeniería y la curiosidad humana se unen para entender de qué está hecho realmente el universo.  

Un refugio bajo los Pirineos para observar el universo  

El LSC se encuentra oculto bajo la montaña del Tobazo, junto al túnel de Somport, en el municipio oscense de Canfranc-Estación. Su ubicación no es casual: los Pirineos actúan como un escudo natural que protege los experimentos de la radiación cósmica, creando un entorno ideal para detectar señales diminutas que en la superficie serían imposibles de registrar. 

Con más de 800 metros de roca sobre las cabezas de los científicos, este laboratorio se convierte en un oasis de silencio para la física de partículas. Gestionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza, forma parte de la red de Infraestructuras Científicas y Técnicas Singulares (ICTS) de España.

Túnel del LSC

LSC

Túnel del LSC

¿Qué investiga el laboratorio de Canfranc?  

En sus túneles se desarrolla una de las búsquedas más apasionantes de la ciencia moderna: la de la materia oscura, esa sustancia invisible que representa más del 80 % de la masa del universo. El experimento ANAIS-112, instalado en el laboratorio, utiliza cristales ultrapuros para intentar detectar la presencia de estas partículas misteriosas. 

Junto a ANAIS, el proyecto NEXT busca observar la desintegración doble beta sin neutrinos, un fenómeno que podría revelar por qué existe más materia que antimateria en el universo. Ambos experimentos sitúan al LSC de Canfranc en la primera línea internacional de la física de astropartículas.

Estas investigaciones, que parecen sacadas de la ciencia ficción, tienen implicaciones profundas: entender la materia oscura es entender cómo se formaron las galaxias, cómo evolucionó el cosmos y por qué estamos aquí.

Científicos estudian la materia oscura

LSC

Científicos estudian la materia oscura

Ciencia, tecnología y precisión a 800 metros de profundidad  

El Laboratorio Subterráneo de Canfranc cuenta con más de mil metros cuadrados de salas experimentales equipadas con sistemas de filtrado de aire, detectores de radón y condiciones controladas de radiación.

La protección natural de la montaña permite realizar medidas ultra sensibles, algo esencial para detectar interacciones entre partículas que ocurren con una frecuencia bajísima.

Los equipos del LSC trabajan en red con universidades de toda Europa y con otros grandes laboratorios subterráneos del mundo, como Gran Sasso (Italia) o SNOLAB (Canadá), compartiendo tecnología y conocimiento en proyectos de frontera científica.

El impacto de Canfranc en los Pirineos: ciencia que impulsa el territorio  

El laboratorio no solo genera ciencia, también impulsa el desarrollo del Pirineo Aragonés. Su presencia ha convertido a Canfranc en un foco de atracción de talento y turismo científico.

Laboratorio Subterráneo de Canfranc

LSC

Laboratorio Subterráneo de Canfranc

Cada año cientos de visitantes participan en las visitas guiadas organizadas por el municipio y el propio laboratorio, que permiten conocer cómo se trabaja bajo tierra y qué misterios del cosmos se intentan resolver.

Además, su actividad tiene un efecto directo sobre la economía local, promoviendo empleo cualificado, colaboración con empresas tecnológicas y difusión educativa.

Los próximos años serán decisivos para el Laboratorio Subterráneo de Canfranc. El objetivo es seguir aumentando la sensibilidad de sus detectores y acoger nuevos experimentos sobre materia oscura, neutrinos y física cuántica.

Cada mejora tecnológica acerca un poco más a los científicos a descubrir los secretos que se esconden tras la materia invisible del universo.

Historia: de un vagón sobre raíles al mayor laboratorio subterráneo de España

El origen del Laboratorio Subterráneo de Canfranc se remonta a 1985, cuando el profesor A. Morales y el Grupo de Física Nuclear y Astropartículas de la Universidad de Zaragoza decidieron aprovechar el viejo túnel ferroviario abandonado para realizar los primeros experimentos de bajo fondo radiactivo.

Inicios del Laboratorio Subterráneo de Canfranc

LSC

Inicios del Laboratorio Subterráneo de Canfranc

En aquel entonces, los investigadores usaban un pequeño coche adaptado para desplazarse sobre las vías y un remolque con detectores de radiación y equipos de medida. Así comenzó la caracterización del túnel, punto de partida de una aventura científica que acabaría situando a Canfranc en el mapa mundial de la física.

El primer laboratorio se instaló en dos pequeñas cavidades situadas a 780 metros de la entrada española del túnel. Esas primitivas salas —conocidas hoy como Lab 780 L y Lab 780 R— fueron rehabilitadas y aún se integran en el nuevo complejo del LSC.

A comienzos de los 90, la excavación del túnel carretero del Somport permitió ampliar las instalaciones. En 1994 se construyó el Lab 2500, un hall experimental de 118 m² que albergó experimentos de materia oscura y física de neutrinos, con participación de más de 50 científicos de 12 instituciones de ocho países.

El impulso de A. Morales fue decisivo para conseguir, años después, la construcción de un nuevo laboratorio de gran escala entre los dos túneles, con todos los estándares internacionales de seguridad y servicios subterráneos avanzados.

Ese nuevo espacio, el Lab 2400, se completó en 2006 a una profundidad de 800 metros bajo el monte Tobazo. Sin embargo, un año después aparecieron signos de inestabilidad en la roca, lo que obligó a su cierre temporal. Tras una exhaustiva revisión por parte de la Universidad de Zaragoza, se reforzaron las estructuras y se incorporó un sistema de fibra óptica para monitorizar la estabilidad de forma continua.

Desde 2010, el laboratorio es gestionado por un Consorcio integrado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, el Gobierno de Aragón y la Universidad de Zaragoza. Las antiguas instalaciones fueron renovadas e integradas en el nuevo LSC, que hoy cuenta con más de 1.500 m² de superficie útil subterránea y un edificio exterior de apoyo con talleres, laboratorios y espacios de divulgación abiertos al público desde 2011.

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