Jesús Álvarez: del filial del Real Zaragoza a pieza clave en el Huesca

Jesús Álvarez vive un momento dulce en la SD Huesca. El centrocampista zaragozano, que cumple 26 años en noviembre, se ha convertido en una de las grandes sorpresas del arranque liguero azulgrana, ganándose un puesto de titular indiscutible. Sin embargo, su camino hasta llegar a la élite no ha sido sencillo. 

Formado en la cantera del Real Zaragoza, donde incluso llegó a portar el brazalete de capitán en el filial, Álvarez recuerda con naturalidad aquella etapa que no terminó como él soñaba: “En su momento la dirección deportiva no me dio la oportunidad. Son decisiones. No soy el mismo jugador que entonces, pero tuve que buscarme las habichuelas en otro lado”, explica.

Tras no poder dar el salto al primer equipo blanquillo, inició un camino de perseverancia: Calahorra, Cultural Leonesa, Ibiza… hasta que el Huesca le abrió por fin las puertas del fútbol profesional. “Sabía que no iba a desaprovechar la oportunidad. Es la que llevaba muchos años esperando”, reconoce agradecido al club altoaragonés.

Álvarez asume con serenidad que el fútbol tiene estas vueltas: de soñar con triunfar en el Zaragoza a convertirse en una pieza importante del rival. “Obviamente es un club que me ha formado y en parte gracias a ellos estoy aquí. Les deseo lo mejor, salvo cuando juego contra ellos”, afirma entre sonrisas. De hecho, confiesa que incluso su entorno más cercano se ha “convertido” en oscense: “Amigos y familia ya tienen camisetas del Huesca”.

Su presente en El Alcoraz refleja la madurez de un futbolista que ha sabido crecer fuera de la comodidad de casa. Con contrato de dos años más uno opcional, el mediocentro quiere seguir demostrando que aquella apuesta del Huesca no fue casualidad. “Trabajo día a día, aprendo de mis compañeros y trato de devolver la confianza que me ha dado el míster. Estoy disfrutando como un enano”, sentencia.

De momento, el jugador que un día capitaneó al Deportivo Aragón es hoy una de las caras más ilusionantes del proyecto azulgrana. Una historia de constancia y superación que, inevitablemente, se lee también con aroma de revancha deportiva.