Los recuerdos radiofónicos de Ernesto Medina en el Día Mundial de la Radio
"Si me quitan la radio, me amputan mi memoria, mis recuerdos felices"

Los recuerdos radiofónicos de Ernesto Medina
Jaén - Publicado el
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Puedo esbozar cualquier día de mi infancia con recuerdos radiofónicos.
Por la mañana.
Mi padre tenía un pequeño transistor en una repisa del cuarto de baño. Mientras se afeitaba escuchaba las noticias. Tenía acompasado el rasurado a la entrada en antena de Juan José Molina. Cuando le daba el beso de buenos días a mi padre y oía “buenos días, amigos deportistas” la pereza del despertar era menos. Entre la energía amistosa del saludo y la confianza que emanaba por cotidiana la rutina matinal de mi padre, me iba al colegio convencido de que el matón ese día pasaría de mí.
A media mañana.
A esa hora, los fines de semana y durante las vacaciones mi madre nos llamaba a su vera. Radio Popular proclamaba “son las doce del mediodía. Es la hora del Ángelus. El ángel del Señor anunció a María y concibió por obra del Espíritu Santo”. Tres avemarías fervorosas para ella, apresuradas para nosotros que nos habíamos visto interrumpidos en nuestros juegos.
Después de comer.
Mi padre volvía raudo al trabajo sin siesta y con el café, sin tiempo para que se enfriase ni un poco, bebido de pie. Mi madre se iba a recoger la cocina. Encendía la radio. Creo que era un cura, y creo que también en Radio Popular, quien divulgaba la música clásica con la selección y breve comentario de composiciones muy conocidas. Recuerdo el tercer movimiento de la “Patética” de Tchaikovski como si en lugar de una vez hubiera estado sonando todas las tardes de mi niñez. Todavía al escuchar ese allegro molto vivace me acuerdo de mi madre y de cuánto supusieron en mi formación humanística aquellos ratos de radio mientras la ayudaba a secar los cubiertos.
Los domingos por la tarde.
Jugaba el Real Jaén. “Avanza Lacalle por la posición teórica del interior derecho. Combina con Blas Machado que se la deja a Zubitur…”. Así colgado de la radio he vivido triunfos y desengaños, ascensos y decepciones. Con la compañía de mi padre, que ante una buena retransmisión contaba la anécdota, “no como en aquella ocasión en que el locutor narraba, “ataque del Real Jaén que acaba en córner. Lo sacará el equipo giennense en cuanto el trencilla dé la señal. Pita el colegiado. ¡Gol en contra del Real Jaén!”.
Por la noche.
Les rescaté a mis padres la primera radio que tuvieron recién casados. Hube de comprar un transformador porque funcionaba a 125 voltios. El dial era un círculo inmenso con tres circunferencias concéntricas en las que estaban grabados los nombres de algunas emisoras nacionales. La aguja se podía mover 300 grados, en los cuales cabía toda la música, la actualidad y la clandestinidad. Tenía onda media, onda corta y frecuencia modulada, que se seleccionaban pulsando unos botones en la base frontal. Comencé mi navegación nocturna por las ondas con la sinfonía del Nuevo Mundo. La música de Dvorak servía de sintonía para el programa “Ustedes son formidables”. Y tantas noches de transición política con Hora 25. En aquella radio escuchaba con temor adolescente Radio París. Ese mismo aparato Philips me trajo la buena nueva del fracaso del golpe de estado. Con mis compañeros y profesores del Colegio Universitario, sentados en las escaleras de la biblioteca, escuchamos por radio la esperanza: “Buenos días, libertad”, Fernando Ónega dixit.
Hoy.
Si me quitan la radio, me amputan mi memoria, mis recuerdos felices. A mis padres. La radio me hace joven. Siempre. ¡Viva la radio!



