
Jaén - Publicado el - Actualizado
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Será la tristeza que se me viene clavando en las revueltas de las mañanas. O que salir del sueño para enfrentarse a la vida es un trasunto del abandono del útero materno donde se estaba protegido y nadando. El hecho incuestionable es que, si antes disfrutaba la tostada de aceite, tomate y anchoas mientras leía la prensa digital, llevo ya un tiempo en que se me atraganta el desayuno. Leo los titulares y algún artículo de opinión de varios periódicos nacionales, prosigo con un ojeo de los deportivos y dejó para el final, por aquello de lo propio, el IDEAL. Cuando he acabado, me dan ganas de volver a acostarme. Ayer probé a abrir sólo el Frankfurter Allgemeine Zeitung -ustedes perdonarán mi alemán que es nulo-. En la ignorancia alcance ciertas cotas de placidez.
Hoy he vuelto la burra al trigo. Tres noticias giennenses me turban por inanes o desastrosas. Han quemado un pelele en las lumbres de San Antón que representaba a Puigdemont. Por ende, le han dado un premio. Ganas de meterse en líos innecesarios, aunque tampoco la polémica da más de sí. Pero probablemente al Excelentísimo Ayuntamiento de la capital le ha pasado igual que a los malos árbitros: tienden a compensar. Así que salgan y contemplen la fachada consistorial iluminada de rojo para felicitar el quincuagésimo sexto aniversario de Felipe de Borbón, a la sazón soberano de las Españas. Es posible que me venza mi sentimiento republicano, pero he de hacer notar que los jubilados habituales en la Plaza de Santa María pensaban que aquello era una discoteca cuando no una casa de citas.
He de suponer que la elección del rojo -al margen de razones heráldicas por el estandarte del interfecto- proviene del color de ira o vergüenza que se les queda a los munícipes de uno y otro bando al revelarse que se han perdido fondos europeos por incumplimiento de los plazos. Una minucia de nueve millones de euros. Ésos que tanto sobran en las arcas locales. ¿De quién es la culpa? No pretendan que les resuelva un misterio más peliagudo que el de la Teoría de la Relatividad. El agujero obscuro de la política giennense absorbe no la luz, sino la razón, de manera que la culpa siempre, siempre la tiene el adversario. Hasta el punto de que he llegado a preguntarme en estas mañanas desalentadoras si el adversario no somos cada uno de los habitantes de esta maltrecha ciudad. Hoy sólo me falta que don Ángel López y don Antonio Agudo me quiten la razón. Me abro las venas delante de estos micrófonos.
Palabras, divinas palabras.