Javier Pereda desgrana “Don Juan Tenorio” como una lección de teología y misericordia
El columnista analiza en su columna semanal "Ad libitum" el drama de Zorrilla como una reflexión sobre el pecado y la salvación frente a un Halloween “vacío de esperanza”

Ad líbitum, con Javier Pereda
Jaén - Publicado el - Actualizado
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El abogado y columnista Javier Pereda ha analizado en su columna semanal, "Ad líbitum", el drama romántico "Don Juan Tenorio" de José Zorrilla como una pieza que, coincidiendo con la fiesta de los santos y los fieles difuntos, "se convierte en teología de la gracia". Según Pereda, la obra invita a reflexionar sobre verdades eternas como el cielo, el infierno, el pecado y la misericordia.
El arquetipo del pecador y la redención
Pereda recuerda que el personaje de don Juan ha trascendido la literatura para nombrar popularmente al "seductor sin escrúpulos que presume de ser un conquistador". Este representa, en su opinión, "el vicio y el libertinaje, la temeridad, el descaro, el poder, el placer, el éxito inmediato", aunque le remuerde la conciencia, como admite el propio personaje: "en todas partes dejé memoria amarga de mí".
Frente a él emerge la figura de doña Inés, que para el columnista "representa la pureza, el amor limpio, la mujer que reza y redime". Pereda la identifica con "la figura de la iglesia, del amor bueno y verdadero que se entrega por el otro", un amor que tiene la capacidad de transformar al pecador.
Ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue"
El análisis destaca el momento de la conversión de don Juan gracias a la intercesión de doña Inés, quien hace un pacto con Dios para salvarlo si se arrepiente. "Su amor me torna en otro hombre, regenerando mi ser", escribe Pereda citando la obra, y resume la transformación con una de sus frases clave: "ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue".
Una “liturgia cultural” frente a Halloween
Finalmente, Javier Pereda define la obra como una "catequesis poética" y una "liturgia cultural", distanciándola del mero folclore o de celebraciones como un "Halloween vacío de esperanza". Afirma que "El Tenorio es un auto sacramental de la eternidad", un recordatorio de que "la muerte no es el final, sino un encuentro inexorable con el amor eterno".
Los muertos abren los ojos cuando los vivos los cierran"
Pereda concluye su reflexión con el que considera el verso que mejor refleja esta "confesión de un pueblo cristiano": "Los muertos abren los ojos cuando los vivos los cierran".



