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Pablo Díez, corresponsal en Asia: “el 23 de enero de 2020 nos cambió la vida sin que lo supiéramos”

El periodista cordobés de COPE y ABC considera que “el sistema sanitario occidental está pagando esa convivencia con el Coronavirus”

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Toni Cruz González
@tonicruzgon

Redacción COPE Córdoba

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 11:55

El cordobés Pablo Díez ejerce desde 2005 como corresponsal en Asia para ABC y también trae hasta esta casa las noticias más relevantes del continente más grande del Mundo. Autor del Libro “Fukushima Mon Amour”, ha vivido en este último año una de las experiencias -imagino- más intensas para un periodista. Una vez termina la entrevista reconoce: “Al principio no sabíamos si nada más por salir de nuestras casas podríamos morir”.

-Tendrías ganas de volver a Córdoba, supongo

-Para mí ha sido una alegría poder volver a casa después de este año tan duro.

-¿Cómo te has encontrado Córdoba un año después?

-Bastante sorprendente, porque cuando uno ve la realidad desde fuera con las cifras de contagiados aumentando constantemente uno viene con aprehensión, miedo y precauciones y cuando he venido me he encontrado con mucha más normalidad de la que me esperaba. Me ha sorprendido ver que en las terrazas hay mucha gente hablando, charlando, fumando… Eso en China y en otras partes de Asia cuando había un rebrote era impensable. Occidente en vez de atajar el virus lo que ha hecho ha sido convivir el virus. Creo que se ha hecho para que siga funcionando la economía, pero esto también está alargando la pandemia, porque vengo de un lugar donde ya se vive con total normalidad.

-Por curiosidad, ¿viste la entrevista a Miguel Bosé en La Sexta? ¿Qué te pareció?

-No, no la he visto. Veo poco la tele. Llegué aquí hace dos semanas y he estado paseando y con la familia en casa. Creo que debemos seguir tomando todas las precauciones posibles.


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-¿Cómo ha sido informar de la pandemia en el país en el que, en teoría, surgió?

-Ha sido muy duro. De las coberturas más difíciles que he tenido que hacer en los 16 años que llevo ya en Asia y me he tenido que enfrentar a situaciones límites como el tsunami de Japón que provocó la catástrofe nuclear de Fukushima en 2011; terremotos, tifones, revoluciones… Pero todos tenemos que recordar el 23 de enero de 2020, porque entonces no lo sabíamos, pero ese día nos cambió la vida. Ese día yo estaba en Shangai y el país más poblado del mundo se paralizó por completo. Cuando se cerró la ciudad de Wuhan de 11 millones de habitantes, una megalópolis espectacular a orillas del río Yangtsé y luego toda la provincia de Hubei -60 millones de habitantes en menos de la mitad de territorio que España- se generó tal pánico en China que todo el mundo se encerró en sus casas y no salía. Hay que tener en cuenta que el confinamiento estricto sólo afectaba a Hubei, pero todos los habitantes de China -1.400 millones de habitantes- decidieron por voluntad propia y atendiendo a las recomendaciones de sus autoridades decidieron quedarse en sus caras y hubo una parálisis total durante siete semanas. Gracias a eso el virus no se expandió por toda China, pero no se pudo evitar que se expandiera por todo el mundo. Fue un reto por el miedo y la incertidumbre, pero para los periodistas ha sido la cobertura más importante de nuestra carrera. A pesar de la opinión de las autoridades que dejaron mucho tiempo pasar, muchos periodistas fueron alertando de lo que sucedía y otros muchos como los que habéis estado aquí cubriéndola con nuestra información hemos ayudado a la gente a protegerse.

-De todos los actores principales de esta pandemia -políticos y expertos-, ¿A quién te habría gustado preguntarle algo y sabes que nunca podrás hacerlo?

-Intenté preguntárselas al jefe de la misión de la OMS, Peter van Embarek, cuando estuvieron en Wuhan a finales de enero y principios de febrero. Estuvieron un mes, pero las dos primeras semanas estuvieron en cuarentena y las dos siguientes hicieron visitas sobre el terreno, pero el acceso de la prensa era muy difícil. Estuvimos persiguiéndoles por las imponentes autopistas y puentes de Wuhan porque no sabíamos dónde iban. La cuestión era intentar pillarlos en alguna inspección y preguntarles. Estuvieron visitando el mercado de Huanan, donde fue el primer foco del virus, y el laboratorio de biología P-4 de Wuhan donde Estados Unidos acusa que pudo haberse creado (y escapado) el virus. Al final pude hablar con van Embarek en el aeropuerto de Wuhan, pero no me respondió a todas las preguntas que le hice. Me gustaría entrevistarle en profundidad y lo he pedido. También a la responsable de ese laboratorio P-4 de Wuhan, pero en China no es nada fácil.

-¿Cuál es tu teoría particular sobre el origen de esta pandemia?

-Como no soy científico ni espía, solo puedo analizar los hechos que conozco. Lo que dicen los científicos es que de origen natural y que procede de los murciélagos, porque son el origen de los coronavirus como los que en 2002-03 provocó la pandemia del Sars, que fue mucho menos grave que esta. Ese coronavirus habría mutado en otra especie en un mercado donde se venden especies exóticas y de ahí pasado al ser humano. Eso es lo que dicen los científicos, pero también nos extraña mucho que casualmente, o no, el virus ha estallado en una ciudad donde hay tres laboratorios que investigan con coronavirus de murciélagos y que el coronavirus más parecido al que ha desatado la pandemia -que se parece en un 96,2 %- se encuentra almacenado en uno de esos laboratorios, el famoso P-4. Además, a solo 300 metros del mercado de Huanan hay otro laboratorio del Centro de Prevención de Enfermedades de Wuhan donde también se investigan con coronavirus de murciélagos. Por desgracia, las autoridades chinas no han intentado llegar al origen del coronavirus. Cuando estuvieron los técnicos de la OMS no investigaron a los proveedores de animales salvajes de ese mercado ni tampoco si el virus estaba circulando por Wuhan en las muestras de sangre retrospectivas antes de noviembre de 2019. Quedan muchas incógnitas por resolver.

-Has hablado de normalidad en China. ¿Eso va a pasar aquí algún día?

-Eso va a pasar. Igual que se controló en China, que fue donde estalló, se terminará controlando en Occidente, pero aquí el sistema sanitario está pagando esa convivencia con el Coronavirus. Aquí se acepta que pueda haber miles de contagiados por no parar el país como hace un año. En Asia se para completamente la actividad cuando hay un rebrote, pero gracias a esa parálisis se consiguió atajar el brote y cuando se reabrió la actividad se hizo con muchos controles que aquí no hay. Yo me he hecho como diez pruebas PCR, que eran obligatorias para ir de una ciudad a otra. Allí cuestan apenas diez euros esas pruebas. Tenemos controles en los móviles con códigos QR que geolocalizan el lugar donde ha estado una persona y no puede entrar en los servicios públicos y los transportes si ha estado en una zona de riesgo. Al principio cuando iba a un lugar público apuntaban también mi número de teléfono y de pasaporte por si debían localizarme. Estoy seguro de que con las vacunas esto se superará y recuperaremos cierta normalidad, aunque tendremos que ver qué mundo nos espera después del coronavirus.

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