“Me uno a esta Iglesia peregrina de la esperanza”: Jesús Fernández inicia su camino como obispo de Córdoba
El nuevo prelado inicia su ministerio ”comprometiéndose con una Iglesia sinodal, misionera y servidora”

Reportaje toma de posesión del nuevo obispo de Córdoba
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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Con un canto que resonó en las bóvedas de la Mezquita-Catedral —“Aclama al Señor, tierra entera”— Córdoba ha recibido este sábado, 24 de mayo, a su nuevo obispo, Jesús Fernández González. En un templo abarrotado de fieles, con la presencia de 34 obispos de toda España, numerosos sacerdotes, religiosos y laicos, y un representante de la Nunciatura Apostólica, la diócesis ha vivido una jornada histórica cargada de emoción, esperanza y compromiso.

Jesús Fernández, obispo de Córdoba
Fernández, que hasta ahora era obispo de Astorga, sucede en el cargo a Demetrio Fernández. En su primera homilía como pastor de la Iglesia cordobesa, ha trazado con claridad las líneas fundamentales de su ministerio: comunión, misión, formación y servicio. Y lo ha hecho sin grandes aspavientos, con un tono sereno y firme, apoyado constantemente en la Palabra de Dios.
la vocación cristiana
“Me uno a esta Iglesia peregrina de la esperanza” ha sido una de sus afirmaciones más repetidas. En un momento de especial relevancia eclesial —marcado por el Año Jubilar por el 775 aniversario de la Catedral y el proceso sinodal impulsado por el Papa Francisco—, el nuevo obispo ha querido sumarse al camino ya iniciado por la comunidad diocesana, destacando la vocación cristiana como punto de partida de toda acción: “Una voz divina nos llamó… y nos encargó un ministerio concreto en el contexto de una Iglesia ministerial”.
La homilía ha sido, en sí misma, un itinerario espiritual que ha pasado por varias estaciones. La primera, la llamada gratuita de Dios: “No sois vosotros los que me habéis elegido”, ha recordado con palabras del Evangelio de San Juan. Frente a una cultura contemporánea que “oculta la vocación auténtica” y reduce al ser humano a “un individuo autosuficiente”, Jesús Fernández ha defendido la necesidad de recuperar la conciencia de que toda vida cristiana nace de una iniciativa amorosa de Dios.

Jesús Fernández, junto a Demetrio Fernández, camino de la Santa Iglesia Catedral
La segunda gran parada ha sido el amor, no entendido como un sentimiento vago, sino como una unión vital con Cristo. “El sarmiento separado de la vid muere”, ha dicho con claridad, subrayando que la Eucaristía es la fuente del amor desinteresado y de la entrega por los demás. A partir de ahí, ha llegado la dimensión misionera: el anuncio del Evangelio no es un añadido, sino el núcleo de la vocación cristiana. “Evangelizar es vivir y anunciar el amor de Dios, pero también poner medios para devolver la dignidad perdida”, ha afirmado.
En ese sentido, ha hablado de los pobres, los marginados, los que han quedado fuera del sistema, no solo desde lo material, sino también desde lo espiritual y afectivo. Y ha interpelado con fuerza a los laicos para que actúen en sus ambientes, defendiendo la vida, la justicia social, la libertad y la fraternidad.
Una iglesia sinodal
Otra clave de su intervención ha sido la sinodalidad: “Me uno al proyecto de una Iglesia sinodal”, ha dicho, dejando claro que su gobierno se apoyará en el discernimiento compartido, la escucha activa y la corresponsabilidad entre pastores y fieles. Y lo ha hecho con una cita significativa de Benedicto XVI: “La alteridad del otro siempre es un peso… pero es necesaria para la belleza de la sinfonía de Dios”.

Coro y Orquesta de la Catedral de Córdoba
El nuevo obispo también ha subrayado el papel central de la formación como antídoto ante el “analfabetismo religioso”, y ha agradecido especialmente el trabajo de los sacerdotes y los diferentes carismas presentes en la diócesis: catequistas, profesores de teología, periodistas, cofradías, movimientos, religiosos y religiosas.
Al servicio de todos
En el tramo final de su homilía, ha asumido con humildad el servicio de gobierno: “Un servicio expropiado de mí mismo”, ha dicho, definiéndose como servidor de todos. Y ha concluido con una petición a la Virgen María, en sus distintas advocaciones —con una mención especial a María Auxiliadora en su día—, para que sostenga este nuevo inicio en la fe, el amor y la esperanza.
Este sábado Córdoba ha asistido a algo más que un relevo episcopal. Ha sido un acto de comunión eclesial, de renovación del compromiso y de apertura a una nueva etapa. El eco del salmo inicial —“Aclama al Señor, tierra entera”— ha resonado no solo como una bienvenida, sino como una invitación. Porque, como ha dicho su nuevo pastor, “el anuncio del Evangelio a los alejados es la tarea primordial de la Iglesia”. Y en Córdoba, ese camino ya ha comenzado.