La figura que muchos alumnos necesitan y pocos saben que existe
Hace años que se implantó y se convierten en una pieza fundamental para la salud

Carmen María Rodríguez, enfermera referente de Centros Educativos
Córdoba - Publicado el - Actualizado
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En los pasillos de los colegios, donde suenan risas, se atan cordones y se reparten recreos, hay una figura que pasa desapercibida para muchos, pero que juega un papel clave en el día a día de los centros educativos: la enfermera escolar. Su presencia no siempre es constante ni universal, pero su impacto allí donde está resulta incuestionable.
La figura de la enfermera escolar cobró fuerza durante la pandemia, cuando la urgencia sanitaria obligó a replantear muchas rutinas dentro de los colegios. Fue entonces cuando quedó clara la necesidad de contar con profesionales sanitarios que no solo velaran por los protocolos, sino que pudieran atender urgencias, asesorar a las familias, trabajar con el profesorado y acompañar a los menores con enfermedades crónicas o necesidades específicas.
Años después de aquel contexto excepcional, su presencia ha perdido fuerza en muchos centros. Hoy, en la práctica, son pocas las enfermeras escolares que se mantienen de forma estable, y muchas de ellas deben atender varios centros a la vez, lo que limita su capacidad de actuación y reduce su visibilidad. Aun así, su papel sigue siendo imprescindible.
Carmen María Rodríguez Garriguet, Enfermera Referente de Centros Educativos de la Unidad de Gestión Clínica de Levante Sur, en el Distrito Córdoba-Guadalquivir, conoce bien esta realidad. Su jornada transcurre entre varios colegios públicos, donde combina la atención sanitaria con una labor educativa imprescindible. “Llegas a primera hora, revisas los avisos del día, te acercas al aula donde hay un alumno con diabetes, controlas la medicación, resuelves dudas de los docentes, atiendes un golpe en el patio… y cuando te das cuenta, estás saliendo hacia el siguiente centro”, resume.
Pero su trabajo no se limita a atender emergencias. “Nuestra misión es enseñar estilos de vida saludables, fomentar la alimentación equilibrada y la actividad física para prevenir enfermedades y mejorar el rendimiento escolar. Pequeños hábitos que hacen grandes diferencias”, explica Carmen María. Desde talleres hasta campañas, su objetivo es que los escolares integren la salud como parte natural de su día a día.
Uno de los ámbitos donde más incide es en la salud bucodental. “Mantener una buena higiene bucodental es clave para la salud infantil. Cepillarse los dientes al menos dos veces al día, evitar los azúcares y visitar al dentista con regularidad es fundamental para evitar caries. ¡Cuida tu boca: tu salud empieza con un buen cepillo de dientes!”, afirma con convicción.
Porque el cometido de la enfermera escolar se enmarca en la promoción de la salud, la prevención y la educación sanitaria en un entorno especialmente sensible: la escuela.
Una intervención a tiempo puede evitar complicaciones médicas mayores, reducir absentismo, aliviar a las familias y ofrecer seguridad al profesorado. Además, permite detectar problemas que de otro modo podrían pasar desapercibidos: desde trastornos alimentarios hasta señales de ansiedad, insomnio o situaciones de vulnerabilidad social.
“Somos una figura de referencia para toda la comunidad educativa”, reivindica Carmen María, que insiste en que su presencia no debería ser la excepción, sino la norma. Una visión que también comparte el sindicato SATSE, desde donde se viene reclamando que esta figura se implante de forma estructural en todos los centros educativos, públicos y concertados, con presencia continua y no fragmentada.
En los colegios donde sí se ha consolidado esta figura, los beneficios son evidentes: el alumnado gana autonomía, especialmente quienes conviven con enfermedades crónicas; las familias se sienten más tranquilas; y el profesorado encuentra respaldo ante cualquier situación médica o emocional compleja.
A pesar de ello, la enfermería escolar no cuenta todavía con una estructura homogénea ni está reconocida como un recurso esencial en todo el sistema educativo. En muchos casos, se articula a través de programas temporales o convenios renovables año a año, lo que impide consolidar un modelo estable y eficaz.
Para profesionales como Carmen María y para entidades como SATSE, no se trata solo de una cuestión sanitaria, sino de equidad. Porque que unos niños y niñas tengan acceso a esta atención y otros no, solo por el centro al que asisten, genera desigualdades que afectan directamente al bienestar y al derecho a la educación.
La enfermera escolar no es un complemento. Es una pieza clave para construir colegios más seguros, saludables e inclusivos. Allí donde está, marca la diferencia. Y donde falta, su ausencia se nota.