El consumo social camufla a veces la importancia de unos efectos que son tan reales como sorprendentes. Se les resta atención en aras de un buen momento en el que disfrutar de una celebración. Pero la cervecita o la copa de vino que, en circunstancias generales, pueden ser incluso objeto de recomendación saludable podría constituir la puerta de presumibles daños si se está embarazada. Como siempre, la cantidad es decisiva pero lo cierto es que, al final, más vale prevenor que curar.

Nada nuevo bajo el sol. ¿Verdad? Pues mucha atención porque podrías quedar sorprendido al descubrir algunos de los riesgos más inimaginabes para el futuro neonato que, junto a consecuencias irreversibles como los retrasos en el crecimiento o las alteraciones del sistema nervioso que pudiera pasar por la mente de todos, hay otros como la miopía o los restrasos en el habla que también pueden ser consecuencia del paso por el cordón umbilical del alcohol en sangre de la madre.

Es 9 de septiembre y celebramos el Día Mundial del Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF). Se trata de una oportunidad para para sensibilizar y concienciar a la población mundial acerca de las consecuencias irreversibles de este trastorno por la exposición prenatal. Con la creación de esta efeméride se pretende divulgar información y generar conciencia en las mujeres embarazadas acerca de los riesgos y los efectos nocivos no sólo durante el embarazo sino también en la lactancia.

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SIN ESTABLECER CANTIDAD MÍNIMA

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha instado a los gobiernos y naciones a aplicar medidas que contribuyan a disminuir el consumo de alcohol. Pero también es verdad que no se ha establecido una cantidad de alcohol mínima para asegurar un embarazo saludable, siendo la única recomendación evitar la ingesta de sustancias etílicas. Y, aunque cada individuo es un mundo, están haciendo falta referencias claras que ayuden de verdad a evitar riesgos como los siguientes:

• Malformaciones morfológicas (defectos craneofaciales).
• Retraso en el crecimiento.
• Alteraciones del sistema nervioso central (alteraciones cognitivas, conductuales, de socialización y del aprendizaje).

La predisposición genética y la cantidad de ingesta son elementos claves para evitarlo. El diagnóstico de este trastorno es determinado por un médico especialista, mediante la observación de los signos y síntomas del niño, así como precisar si la madre consumió alcohol durante el embarazo. Y los síntomas son tan variados que es preciso prestarles gran atención:

• Deficiencias en el crecimiento del feto en el útero y después del nacimiento.
• Baja talla y peso corporal.
• Disminución del tono muscular.
• Problemas de aprendizaje.
• Rasgos faciales anormales.
• Miopía.
• Retrasos en el habla y el lenguaje.
• Hiperactividad.
• Retraso en los hitos del desarrollo.
• Bajo coeficiente intelectual.
• Dificultades con el sueño y la succión.
• Problemas visuales y auditivos.

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El tratamiento de esta patología consiste en la prescripción de medicamentos para tratar algunos síntomas, consultas médicas de seguimiento, terapia de comportamiento y educacional, así como capacitación a los padres. Por delante de todo ello no es mala cosa contemplar las correspondientes medidas preventivas que, pasando necesariamente por la evitación del consumo de alcohol durante el embarazo, se estimulan especialmente en este Día Mundial del Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF).

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