Este mes de enero se cumple un año de la retirada de un hombre que nos ha dado muchas alegrías deportivas. Por ejemplo, en 2016, cuando se metía en el bolsillo a público y jueces en Boston y lograba, en el programa libre, su segundo oro mundial. Sí, Javier Fernández nos ha derretido el corazón cada vez que pisaba la pista de patinaje, y ha hecho del hielo su hábitat natural. Tras casi 365 días lejos de la competición, ha visitado el estudio de Veinte a COPE para celebrar el Año Nuevo y hacer balance de su presente, pasado y futuro.

“El 2019 fue un año importante, con muchísimo trabajo y proyectos nuevos. Lo mantendremos como algo muy especial. Muchos años atrás, no podía pasar el Año Nuevo aquí en Madrid, con toda la familia, y lo echaba mucho de menos”, confiesa Fernández.

Eso sí, el patinador no se ha librado de celebrar su cumpleaños lejos de nuestras fronteras tampoco recién retirado. Además, Toronto ha sido el destino de “unas Navidades muy frías”, las suyas, casi siempre, hasta este 2019 de cambios. “Ahora tengo más espacio para hacer espectáculos alrededor del mundo, nuevos proyectos, campamentos de verano, seminarios, conferencias…”, explica.

Su agenda sigue muy comprometida: Suiza, Taipei y Japón serán sus próximos destinos, en una primavera tan ajetreada como las de sus mejores días. Aquellos en los que se convirtió en todo un pionero del patinaje sobre hielo español. “Ha sido una buena trayectoria, con muchos logros, pero ahora tenemos también esa parte de seguir de ejemplo y de responsabilidad. Intentar hacer que esos niños que quieren patinar tengan más facilidades”. Es decir, toca el más difícil todavía.

Porque el palmarés de Fernández es prácticamente irrepetible: un bronce olímpico, dos Mundiales, siete Europeos y dos bronces mundialistas. “Todos los retos que me he puesto los he conseguido, y es una de las cosas que más seguridad me ha dado”, afirma orgulloso. El mismísimo Ejército podría haberle acogido si no se hubiese decantado, en su día, por el patinaje.

No obstante, Javier eligió el deporte, que tanto le ha dado y que, quién sabe, podría convertirle en profesor de patinaje de aquí a unos años. Su pasión se ha contagiado a gente como el cantante Pablo Alborán, que le acompañó en uno de sus espectáculos. Fiel reflejo de una inquietud digna del apodo de ‘Lagartija’. Así se conocía hace tiempo a un Javier Fernández que tiene la “evolución” como gran meta de cara al 2020 que ya está aquí.