2ª FERIA DE OTOÑO
Un Madrid desbordado y un palco desnortado le abren la Puerta Grande a Emilio de Justo
El extremeño es volteado en su primero y corta dos orejas excesivas al sexto. Los mejores muletazos los dejó Borja Jiménez en el tercero.
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La segunda de Otoño en Las Ventas terminó con Emilio de Justo saliendo de forma muy benévola a hombros, después de cortar dos orejas al último de Victoriano del Río en una tarde marcada por la casta y personalidad de los toros del hierro madrileño. La corrida, de notable juego en conjunto, ofreció más de lo que al final consiguieron extraer los espadas.
El extremeño, volteado con violencia por su primero y atendido en la enfermería por una contusión costal, regresó para estoquear al sexto. Ese gesto de profesionalidad ya le granjeó la simpatía del tendido, y tras un recibo de capote con una larga de rodillas y un inicio decidido de faena, logró conectar pronto con el público. Tuvieron vibración las dos primeras tandas al natural con la derecha, sin ayuda. Sin embargo, después faltó mayor ajuste y temple en su trasteo, pues las embestidas largas y repetidas del toro merecían una muleta más segura y mandona.

Emilio de Justo, en su salida a hombros este viernes en Las Ventas
Faena corta e intensa en la que, tras una estocada defectuosa, los tendidos de Las Ventas se desbordaron de un entusiasmo malentendido y un palco desnortado que concedió dos trofeos que parecieron ir más allá de lo visto en el ruedo. La Puerta Grande se abría por quinta vez para Emilio de Justo con un fervor desmedido que servirá más para la story de Instagram que para el recuerdo en las retinas de los aficionados.

Momento de la voltereta sufrida por Emilio de Justo en el primer toro de su lote
La faena de mayor calado artístico correspondió a Borja Jiménez con el tercero. El sevillano entendió pronto la calidad del animal y, sobre todo por el pitón izquierdo, dejó los muletazos más sentidos de la tarde, ligados y con empaque. Hubo temple y profundidad en esas series, aunque la obra se resintió de cierta precipitación: Jiménez quiso atacar demasiado, llevando al toro por momentos más forzado que natural. Con todo, fue el trasteo que más de cerca rozó la rotundidad.
En el quinto, otro toro con buena condición, no terminó de encontrar la distancia ni el terreno. En lugar de darle aire y aprovechar la inercia de su embestida, optó por faena corta y embarullada, sin dar continuidad ni ajuste. El resultado fue una labor sin chispa que dejó en el aire la sensación de haber dejado escapar dos toros de triunfo grande en Madrid.
La tarde más gris fue la de Tomás Rufo, que tuvo en suerte dos toros de nota. El toledano, que corrió turno y actuó en segundo y cuarto lugar, se encontró con embestidas que pedían sometimiento, temple y una muleta firme. Sin embargo, citó casi siempre en corto y a la defensiva, con el engaño retrasado, lo que restó profundidad a su toreo. En sus tandas hubo destellos aislados, pero sin continuidad ni esa convicción que Madrid exige. Y Madrid exigió a Rufo, bien es cierto, por lo que no tardó en recriminarle la aparente falta de ambición ante un lote con opciones.