6ª CORRIDAS GENERALES
De Justo y Marín remontan con paciencia el descastamiento de los zalduendos en Bilbao
Emilio de Justo corta una oreja a cada toro de su lote y Ginés Marín también pasea un trofeo tras su faena al sexto.

Natural de Emilio de Justo al quinto toro de Zalduendo este viernes en Bilbao
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La paciencia y una precisa técnica sirvieron hoy a los diestros extremeños Emilio de Justo, que cortó dos orejas, y Ginés Marín, que paseó una, para superar y solventar el muy descastado juego de la corrida de Zalduendo, lidiada bajo un constante "txirimiri".
El encierro del grupo mexicano Bailleres, que ejerce como empresa de la plaza de Bilbao, fue realmente impropio de un coso y de una feria de esta categoría, básicamente por sus acusadas desigualdades físicas, con toros de hechuras y volúmenes muy dispares, algunos de los cuales "tapaban" con sus aparatosas cuernas un más que medido trapío.
Otra cosa ya fue su juego, este sí muy parejo pero para mal, pues los seis mostraron una acusada falta de raza que les llevó o a rajarse o a afligirse, más allá de sus medidas fuerzas, ante las mínimas exigencias que se les plantearan, por lo que si hubo un mínimo de lucimiento e interés en la corrida hay que achacárselo en exclusiva al mérito de los toreros.
Por ejemplo, a la paciencia y a la buen manejo que aplicó Emilio de Justo con su lote, dos toros muy similares que hasta bien entradas las faenas de muleta no quisieron emplearse ni un mínimo tras los engaños, y con los que el diestro cacereño usó por tanto la misma fórmula.
Porque fue a base de conjugar perfectamente los tiempos y las distancias en los cites, y las alturas y el espacio en el trazo de la muleta, como logró que, al menos, ambos sacaran un escaso pero latente fondo de bravura para embestir medianamente y con cierta duración en dos dilatados y conscientes empeños. Escuchó De Justo sendos avisos por ello, pero también vio asomar después el pañuelo blanco en ambos turnos, como bien ganado premio a su torero tesón.
Después de que su primero, un terciado y protestado ejemplar de cuerna playera, mostrara el vacío total de su depósito de casta, Ginés Marín tiró por la misma vía de su paisano con el sexto, ya entre dos luces y bajo una incesante lluvia fina que acabó por encharcar el ruedo. Fue este último un toro alto, corto de cuello y con muy pocas ganas de emplearse, pero con el que el de Badajoz salió decidido a resarcirse ya desde que se templó a la verónica y tan entregado como luego se lo pasó con la muleta.
Porque, con idéntica paciencia que De Justo, y con tan adecuada técnica, Marín se rebozó con las reacias embestidas, tirando de ellas muy a pulso para redondearlas detrás de la cadera, sobre todo en dos excelentes tandas de naturales, a pesar de que el de Zalduendo iba acortándolas, ya sin mucho más que ofrecer. Y la oreja que le dieron tuvo por ello un mayor peso específico.
Por su parte, el francés Sebastián Castella tuvo que abreviar con el rajado primero, que no solo huía de la pelea sino que además se lastimó una de sus patas delanteras; y, sin éxito, le puso suavidad y también paciencia al cuarto, que fue el de más finas hechuras de la corrida, sólo que no tuvo energías suficientes para desarrollar la clase que apuntó.



