4ª corridas generales

Golpe de autoridad de Roca Rey en Bilbao, a hombros y con la plaza llena

El peruano corta tres orejas y se impone con gran firmeza y poder a dos muy exigentes toros de la ganadería de Victoriano del Río.

Roca Rey, en su salida a hombros este jueves en Bilbao

EFE

Roca Rey, en su salida a hombros este jueves en Bilbao

Agencia EFE

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4 min lectura

Paco Aguado

El diestro peruano Andrés Roca Rey, que cortó tres orejas, dio hoy en Bilbao un auténtico golpe de autoridad al imponerse con gran firmeza y poder a dos muy exigentes toros de la ganadería de Victoriano del Río, por lo que salió finalmente a hombros de la plaza de Vista Alegre, que registró, casi llena, la mejor entrada de los últimos años.

Y, para empezar, esa fue ya una de la mejores noticias del festejo: poder contemplar el coso bilbaíno colmado de público, a falta de apenas unos mil espectadores para el "no hay billetes", para desmentir la pretendida pérdida de interés por los toros en una ciudad que hoy se volcó en las taquillas al reclamo, indiscutible, de la figura suramericana.

De tal forma que, sabiéndose el centro de atención de la tarde y en una temporada de 2025 con mucho menos brillo que las anteriores, Roca salió hoy al ruedo de Abando con una absoluta determinación de triunfo, en el que pareció un intento de reivindicar su primacía y despejar muchas dudas.

Fue así como se plantó en los medios para abrirle faena con unos apuradísimos pases cambiados a su primero, un toro corto de viga y suelto de carnes que salió del peto con una áspera brusquedad que mantuvo durante la mayor parte de un trasteo realmente meritorio del torero de Lima, que incluso molestado por el viento nunca le cedió un ápice de terreno.

Firmísimo de plantas, Roca aguantó cada una de las fuertes, secas y ceñidas arrancadas del toro en series de pases por ambas manos en las que se fue imponiendo cada vez con mayor ligazón y trazo, sin recurrir a más alardes que unas muy ajustadas bernadinas de remate, y no a sus habituales efectismos de final de faena.

Y como además se volcó en la estocada, que quedó algo desprendida, se le pidieron con mucha fuerza el premio de dos orejas que la presidencia dejó en la mitad. Pero ese segundo trofeo que mereció con creces lo iba a pasear Roca del quinto, otro 'victoriano' no menos exigente, aunque este sí que acabó entregándose y descolgando su cuello para seguir los engaños.

Con dos aparatosos pitones que compensaban sus terciadas hechuras, 'Cantaor' obligó al peruano, con su intempestiva salida, a echar cuerpo a tierra en un no menos apurado saludo a portagayola del que el torero pareció salir lesionado en un tobillo, ya que estuvo cojeando ostensiblemente durante el resto de un trasteo que volvió a poner en pie los tendidos de Vista Alegre.

Esta vez los pases cambiados de apertura los pegó de rodillas, también en los medios, para disponerse después, tanda a tanda, a llevar cada vez más podido, y mejor con los vuelos de la muleta a ras de arena, a un toro que, así si, acabó entregándose y embistiendo con profundidad, a costa evidentemente de esa recíproca entrega del peruano, que se basó de nuevo en lo más fundamental del toreo.

Y, esta vez, tras otro gran espadazo, el presidente no tuvo reparos en sacar a la vez los dos pañuelos blancos que hacían justicia a la rotunda tarde de Roca Rey, además del azul para la vuelta al ruedo del único toro realmente bravo de una tarde que devolvió a Bilbao la alegría y la emoción de las mejores épocas.

Porque de los otros cuatro astados hubo poco que sacar, sólo la nobleza sin fondo y con unas justas fuerzas del montado tercero, al que Pablo Aguado trató con mucho temple, y con una acertada graduación de tiempos y espacios, para sacarle algunos buenos muletazos por ambas manos y adornos no menos vistosos, solo que sin la emoción necesaria, a falta de mayor entidad del enemigo, para que la petición de oreja que tuvo hubiera tenido más entidad.

Ya el sexto fue un toro también cornalón que se desfondó y buscó pronto las tablas, donde Aguado tardó en matarlo, mientras que el lote de Juan Ortega se compuso de un primero larguísimo de lomo que se afligió en los primeros muletazos por bajo hasta acabar rajándose y un cuarto que no paró de agitar con genio descompuesto sus astifinas defensas, y que el otro sevillano del cartel se quitó pronto de en medio con un feo 'sartenazo'.

Visto en ABC

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