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Esfuerzo sin eco de la terna en la tormentosa nocturna de Las Ventas
El peruano Pedro Luis hizo la faena de más mérito ante el sexto y el mexicano Bruno Aloi saludó dos ovaciones.

Natural de Pedro Luis ante el sexto novillo de Sagrario Moreno
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Paco Aguado
La terna internacional que hizo hoy el paseíllo en el certamen de novilladas nocturnas de Las Ventas se vio obligada a hacer un auténtico esfuerzo, aunque sin eco ni premio, ante un deslucido encierro cuya lidia se complicó con la lluvia y el viento de una fuerte tormenta de verano.
El hecho es que esa voluntad y esa entrega de los tres, ante los utreros que sirvieron para la presentación de la ganadería de Sagrario Moreno, no encontró nunca respuesta en unos tendidos revueltos, que prestaron poca atención a lo que sucedía en el ruedo, ya fuera por el trasiego de copas y cenas o la huida de la lluvia hacia las gradas cubiertas.
Así sucedió, por ejemplo, con el peruano Pedro Luis, que realizó la faena de mayor mérito ante el voluminoso manso que salió en sexto lugar, que se arrancó con violencia y cierto sentido en los primeros compases hasta que encontró el poder de su muleta.
Firmísimo en todos los embroques, el suramericano llegó así incluso a ligarle muy hondos muletazos por ambas manos, que luego acabaron surgiendo de uno en uno cuando, ya parado y a menos el duro colorado, se los provocó cruzándose mucho al pitón contrario. Antes, con el tercero, que sacó aspereza y al que también saludó con una larga a portagayola, Pedro Luis mostró idéntico talante en un trasteo tesonero.
El mexicano Bruno Aloi logró sus momentos de mayor conexión con el quinto, un novillo con seriedad de toro que se movió con inercia y transmisión cuando más fuerte arreciaba la tormenta. A pesar de las dificultades que imponía el vendaval, el americano le abrió la faena de muleta en los medios con dos pases cambiados y una serie ligada con la derecha.
Aloi buscó siempre que el cuajado utrero le viniera con distancia para, muy asentado, aprovechar su transmisión hasta que dejó de repetir y de desplazarse lo suficiente bajo un fuerte aguacero. Pero, sin acierto con la espada, todo quedó en una ovación, mismo balance que obtuvo tras la lidia de su primero, un novillo de buen son al que, aun así, había que ayudar con algo más de pulso que el que él aplicó.
Por su parte, Fabio Jiménez tuvo que apechar con un lote muy deslucido, compuesto por un primero de la noche que tuvo una embestida corta y pegajosa y un cuarto que se defendió con ásperos cabezazos. El novillero riojano, que tomará en breve la alternativa, intentó buscarles las vueltas a ambos, aunque sin poder encontrar lucimiento donde apenas lo había.