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Álvaro Lorenzo resurge a lo grande con una importante corrida de La Quinta

El diestro Álvaro Lorenzo salió a hombro tras exhibir su mejor versión y cuajar una rotunda faena de dos orejas a "Velero", un toro de bandera de La Quinta

Álvaro Lorenzo en su salida a hombros este miércoles en el coso gijonés de El Bibio

 Álvaro Lorenzo en su salida a hombros este miércoles en el coso gijonés de El Bibio@gijontoros

Javier LópezAgencia EFE

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 15 ago 2019

El diestro Álvaro Lorenzo descerrajó hoy miércoles la Puerta Grande del coso gijonés de El Bibio tras exhibir su mejor versión y cuajar una rotunda faena de dos orejas a "Velero", un toro de bandera de La Quinta, premiado con la vuelta al ruedo, y otras dos más, estas más generosas, con el encastado y exigente sexto.

Un toro, ese "Velero", que ya desde que salió de chiqueros se vio que iba a ser un gran toro. La manera de colocar la cara en el excelso capote del toledano, la forma también de galopar en banderillas, y qué decir desde que rompió a embestir con la muleta: pronto, surcando el albero en cada acometida y abriéndose en cada pase para que su matador pudiera deleitarse, como así hizo.

Faena muy bien compactada, de tandas sobre ambas manos muy templadas y perfectamente hilvanadas. Rotundas. A derechas la conjunción fue encomiable, pero al natural fue por donde surgieron los mejores muletazos, pues por ahí brotó la hondura de Lorenzo, que cerró su notable obra por "luquecinas".

La estocada viajó demasiado atrás, pero fue suficiente para que la gente estallara de contento y le premiara con las dos orejas de un toro que recibió los merecidos honores póstumos de la vuelta al ruedo en el arrastre.

El sexto fue un toro encastado y, como tal, tuvo sus exigencias. Un animal que embestía con todo, con mucha codicia y transmisión, lo que obligó a Lorenzo a perderle pasos para robarle los muletazos en una labor más intermitente en lo artístico pero de notable mérito en cuanto a la actitud mostrada.

Tras la estocada, una oreja hubiera sido el premio justo, pero el usía, en un alarde de generosidad, le concedió las dos para redondear así una gran tarde por parte del toledano.

Abrió la corrida un toro hondo, serio y con sobrado trapío, de esos que apenas se estilan en mucha de las ferias de "segunda". Un animal que, además, guardaba dentro un fondo de calidad, que, por desgracia, no pudo desarrollar al estar muy atrancado de atrás.

Pero Galván lo hizo todo a su favor, sin apretarle en tandas cortitas y a media altura, todo sobre los mimbres de la suavidad, y dándole también sus tiempos para que le aguantara y pudiera lucir, aunque fuera a cuentagotas, la clase de su toreo en una labor que, sin ser rotunda, sí tuvo su argumento.

Igual que con el cuarto, que, pese a parecer ir "dormidito" y aburrirse a mitad del muletazo, tenía su miga, pues a la mínima se le iba directo al cuerpo al torero, que solventó la papeleta con oficio y momentos de arrebato.

El primero de Ortega ya fue ovacionado de salida por su seriedad y preciosa lámina. Un toro fino y muy bien hecho, al que el sevillano recetó un manojo de garbosas verónicas en el recibo. Lástima que ya en el caballo ya se viera que de fuerzas no iba a andar sobrado, algo que quedó corroborado en la muleta, donde el animal quería pero no podía.

Hubo mucha torería en la puesta en escena de Ortega, que le pegó algunos sueltos de exquisita firma, aunque sin poder apretarlo lo que hubiera deseado, dejando buen sabor a medias, como un pequeño bocado de un guiso extraordinario. Pero la gente captó el mensaje, de ahí que, tras una fulminante estocada, cortara la oreja.

No pudo redondear con el quinto, un toro muy incómodo por incierto y gazapón, al que Ortega no vio por ningún lado.

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FICHA DEL FESTEJO 

Gijón, miércoles 14 de agosto de 2019. 2ª de Feria. Media plaza.

Toros de La Quinta, de excelente presentación y de juego desigual, pero con mucho interés en conjunto. Destacó sobremanera el extraordinario tercero, de nombre "Velero", número 80, cárdeno mulato, de 498 kilos y nacido en octubre de 2014, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Con buen fondo pero atrancado de los cuartos traseros, el primero; muy justo de fuerzas, el segundo, que tampoco tenía mal aire; sin raza, el cuarto; incierto y muy incómodo, el quinto; y encastado y con transmisión, el sexto.

David Galván, ovación tras aviso y ovación tras aviso.

Juan Ortega, oreja y silencio.

Álvaro Lorenzo, dos orejas y dos orejas.

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