Esta es la historia de cómo se descubrió la isla de Pascua: Un hallazgo inesperado
Jacob Roggeveen desembarcaba con sus naves en la isla de Pascua un domingo 5 de abril de 1722. El nombre de la isla se debe a la celebración de la Pascua de Resurrección

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Madrid - Publicado el - Actualizado
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Con el objetivo de encontrar la conocida Tierra de Davis, el almirante holandés cuyo nombre era Jacob Roggeveen, desembarcaba con sus naves en la isla de Pascua un domingo 5 de abril de 1722. La ínsula recibió este apelativo, ya que ese día se celebraba la festividad de la Pascua de Resurrección. La vida de Roggeveen, el hijo de un matemático de la época, era la típica de un joven activo y con muchos sueños. Estudió leyes y se hizo notario. Más adelante se doctoró en derecho. En lo referente a su vida romántica, se desposó con Marija Margaerita Vincentius.
Quien, desafortunadamente, falleció a los pocos años de estar casados. Pero esto no es todo, también ejerció de magistrado entre los años 1707 y 1714 en las Indias Orientales Holandesas. En concreto en Batavia, lo que es la actual Jakarta, en la isla de Java. Cuando volvió a su ciudad natal, Roggeveen, que no era una persona quieta, decidió retomar un proyecto que tenía en mente su padre: quería encontrar la mítica Terra Australis. Con este nombre se conocía a un continente imaginario e inexistente, originario en la Grecia clásica.
Un descubrimiento inesperado
Tal era la creencia de que este continente era real que aparecía en los mapas europeos que se dibujaron desde el siglo XV hasta el XVIII. Como había habido múltiples conflictos entre España y las Provincias Unidas de los Países Bajos, este proyecto que había emprendido el padre de Jacob nunca llegó a realizarse. Con el propósito en mente de encontrar la Tierra de Davis, una isla repleta de riquezas que había sido descrita a finales del siglo XVII por el famoso corsario inglés Edward Davis, Roggeveen y el capitán Cornelis Bouman decidieron viajar con una flota compuesta por tres naves el 1 de agosto de 1721.
Llevaban a bordo a más de doscientos tripulantes. Sin embargo, esta travesía no fue un camino de rosas, ya que cuando hicieron una parada en Brasil fueron atacados a tiros. Por este motivo, tuvieron que partir rumbo a las islas Malvinas. Una vez allí, debían rodear el cabo de Hornos y visitaron el archipiélago de Juan Fernández. Después de ocho meses de viaje, por fin, el 5 de abril de 1722 creyeron que habían llegado a su destino tan deseado: la Tierra de Davis. Sin embargo, no sabían que acababan de descubrir la isla de Pascua.
Trescientos años después
Estuvieron varios días sin desembarcar, hasta que uno de esos días, un grupo de indígenas se acercaron al barco en su pequeña canoa y los hombres decidieron desembarcar para comerciar con los nativos de aquel lugar. Con ellos intercambiaron telas y otras baratijas a cambio de alimentos. En una de sus excursiones descubrieron las enormes esculturas que se erigen en una de las laderas de la isla. Estas eran los famosos moais, así como los altares cercanos a la playa: los ahu. Quedaron completamente deslumbrados por la belleza de aquel lugar tan único.
Sin embargo, el 10 de abril sufrieron un incidente que pondría fin a la estancia de los europeos en esa isla. Y es que, un grupo de marineros se vio abrumado por la presencia de tantos indígenas a su alrededor y decidieron atacarlos con armas de fuego, causando la muerte de doce de ellos. No obstante, gracias a que uno de los jefes de las tribus se puso de mediador, junto con el trueque de una serie de productos y animales, los hombres europeos, que formaban parte de la expedición pudieron salir de la isla sin ningún peligro.
Y así retomaron su viaje de vuelta a casa., después de haber descubierto una de las islas más bellas que posee nuestro planeta. Después de casi trescientos años desde que Jacob Roggeveen pusiese un pie sobre la isla de Pascua, el lugar sigue manteniendo su belleza intacta y ahora es conocida por todo el mundo, recibiendo miles de turistas cada año que van a contemplar sus colosales esculturas y su ambiente tan fantástico y misterioso.