Se duplica en 5 años el número de ciudadanos que creen en las teorías de la conspiración
“Nos estamos deshumanizando” asegura la investigadora Ana van den Eynde

Cada vez somos más conspiranoicos: ¿Qué nos está pasando?
Publicado el - Actualizado
10 min lectura
En cinco años se ha duplicado el número de personas que cuestionan las vacunas, el cambio climático o los virus. Así se desprende de los resultados de un estudio realizado por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). Confiamos en el conocimiento, pero cada vez desconfiamos más en la ciencia como institución.
La gran mayoría de los ciudadanos españoles, 3 de cada 4, confían en la ciencia. En nuestro país, solo hay un 3% de negacionistas, pero 6 de cada 10 ciudadanos piensan que los intereses económicos ocultan las soluciones técnicas para atajar el cambio climático. La mitad, que las farmacéuticas esconden los peligros de las vacunas y 1 de cada 4, están convencidos de que provocan autismo. 4 de cada 10 creen que los gobiernos inventan virus en los laboratorios para controlar nuestra libertad, y algo más de un tercio que ya existe una cura para el cáncer, pero que por intereses comerciales no la dan a conocer. Son los resultados de una encuesta que acaba de hacerse pública y que el CIEMAT realiza cada dos años. Los porcentajes de seguidores de las teorías conspirativas se han duplicado en los últimos 5 años.
Hemos recurrido a Ana Nuñez van del Eyden, que es la responsable de la Unidad de Ciencia, Tecnología y Sociedad del CIEMAT para saber cuáles son las razones de este tsunami de escepticismo (ella prefiere hablar de cinismo) que recorre no solo nuestro país, sino el mundo, el porqué de que si bien confiamos en el conocimiento, a cada vez más gente le repele cada vez más la institución científica.
“Es un resultado del contexto político, del contexto social y del contexto mundial-explica- vivimos en una época en la que la gente desconfía mucho de las instituciones. Y como se puede ver también en algunas de las preguntas, hay una confianza muy baja tanto en los gobiernos y administraciones públicas como en las empresas, y entonces es esa desconfianza hacia esas instituciones las que acaban trasladándose en desconfianza hacia la ciencia”, pero no se desconfía en la ciencia en general, no se desconfía del conocimiento, sí de la instrumental “es la ciencia orientada a la búsqueda de soluciones, que la relación de las sociedades es ambivalente, depende de cómo les afecte la solución y depende de a qué se aplique”. En el caso del cambio climático o las vacunas, el problema es que “las soluciones no les gustan a la gente”.
LAS VACUNAS, CONDENADAS POR SU EFICACIA
La encuesta reveló que la mitad de la población cree que las farmacéuticas ocultan los peligros de las vacunas, a lo que hay que sumar ese 24, 5% de ciudadanos que están convencidos de que el Gobierno es conocedor de la relación de estas con el autismo y se lo calla. Su eficacia nos ha hecho “perder miedo a la enfermedad porque gracias a las vacunas hay un montón de enfermedades que están controladas o erradicadas, y como a los seres humanos nos resulta mucho más potente como motivador la información negativa que la positiva y nos tenemos que preocupar por algo porque eso nos ayuda más a la supervivencia, pues lo que acaba ocurriendo es que la gente desconfía de las vacunas porque le ha perdido el miedo a la enfermedad”.

¿Por qué han aumentado las personas que están en contra de las vacunas?
EL CAMBIO CLIMÁTICO, POR LA INCOMODODAD DE LAS MEDIDAS
En el caso del cambio climático, sostiene la investigadora que “las soluciones que se tengan que abordar implican cambios en el modelo económico y desde un punto de vista ideológico hay determinados segmentos ideológicos que están en contra de ese tipo de ideas. Y luego, hay el efecto psicológico, es decir, el problema es que el cambio climático vemos que está aquí, pero las soluciones que haya que poner en marcha implican alterar totalmente nuestro modo de vida y eso nos genera mucha indefensión. La reacción ante la indefensión es negar el fenómeno”.
UN CONTEXTO COMPLEJO
Esto viene alimentado por un contexto social muy complejo, sostiene Ana Núñez van den Eynde. Al rechazo general a las instituciones se une un rechazo a las élites. “La gente se siente muy descontenta con su situación porque tienen problemas serios que la política no está siendo capaz de resolver, como por ejemplo los problemas de vivienda, los jóvenes se sienten con pocas perspectivas de futuro, todo eso genera una serie de sensaciones de malestar, incluso de ira-razona la investigadora- que se acaban convirtiendo en un rechazo a lo que consideran las élites y los científicos forman parte de esa élite”.
Y esto aderezado con el exceso de información a través de redes sociales y la escasa capacidad de la sociedad para pararse a buscar fuentes fiables y a leerse textos largos, porque “la gente se ha acostumbrado ya a procesar información muy superficial, no es capaz de leerse un artículo, la gente se cansa, me pasa a mí incluso, vamos a ver que me dedico a esto, pero cada vez nuestro foco de atención cuesta más mantenerlo. Entonces, en este contexto lo que se busca es información fácil y las redes sociales la proporcionan, pero la información fácil, aunque sea buena, es muy difícil hacer una información fácil y muy breve. Lo que resulta curioso es que la gente diga que la información que recibe es superficial cuando en realidad está buscando fuentes superficiales de información”. El estudio indica que el 66,6% de los encuestados cree que la información científica que se traslada es superficial, pero 4 de cada 10 la reciben a través de redes sociales.
EN QUÉ NOS ESTAMOS CONVIRTIENDO
Esto es un síntoma para la directora de la Unidad de Ciencia Tecnología y Sociedad del CIEMAT de esa prisa y esa necesidad de que nos den todo hecho y de inmediato “refleja un poco la tristeza del momento en el que estamos viviendo. Lo queremos todo, pero no damos nada. Entonces, yo quiero información de calidad, pero no quiero esforzarme en procesar esa información y quiero que me den cosas masticadas, pero luego, en cambio, digo que la información es superficial. Y no solo es eso, los datos de la encuesta también reflejan que está bajando el porcentaje de gente que participa en actividades de divulgación, que ha bajado mucho el porcentaje de gente que quiere implicarse en la toma de decisiones sobre ciencia”.
Los esfuerzos para divulgar el conocimiento no llegan, la desconexión es cada vez mayor “el que tiene esa actitud más ambivalente o incluso negativa no participa en este tipo de actividades y no va a leerse una noticia de ciencia en el periódico y no va a ver un vídeo de ciencia en televisión”.
No elude culpas la investigadora. A la ciencia como conocimiento, a la ciencia como solución, se une la ciencia como instrumento. Cuando las cosas iban bien, nos cuenta “para vender la cantidad de dinero público que había que invertir en ciencia, llevamos mucho tiempo desarrollando un discurso totalmente instrumental. La ciencia es buena para el crecimiento económico, la ciencia es buena porque da beneficios, eso no ayuda a que la gente tenga una buena imagen de la ciencia, al contrario, eso es lo que está contribuyendo en nuestra hipótesis de trabajo, a tener un poco lo que estamos viendo ahora. Se ha puesto tanto énfasis en la ciencia como fuente de beneficios, que nos hemos olvidado de la ciencia como fuente de conocimiento, que la gente cuando le hablan de ciencia ahora lo que está pensando es en los que se benefician de ella, en las empresas, en las farmacéuticas, en los gobiernos, pero no la ven como algo suyo”.
Las grandes corporaciones y las farmacéuticas, sobre todo en Estados Unidos, ya desde los años 60 realizan campañas de desprestigio para afianzar sus negocios, por ejemplo con el trabajo y con el consumo de azúcar. Fueron las primeras fake news de la historia, las primeras teorías conspiratorias que han perdurado. “¿Qué ha pasado en Estados Unidos con la crisis de los opiáceos?-se pregunta la científica- ¿De dónde viene? Pues de la industria farmacéutica comportándose muy mal para obtener beneficio económico porque nos estamos deshumanizando”.
DIFICIL Y DOLOROSA SOLUCIÓN
Noticias falsas, desconfianza en las instituciones y en las élites, comportamientos poco éticos de las grandes induistrias, malestar de los ciudadanos, polarización, egoísmo…ese coctel nos ha llevado a una situación muy complicada en general, pero también a jugar a la ruleta rusa con nuestra salud y con el futuro.
La comunidad científica intenta buscar las causas y ponerle remedio para volver a reconectar con la sociedad, no solo en España, en todo el mundo. Ana Núñez no lo ve fácil cree que “tendríamos que cambiar cómo funciona la sociedad a nivel global, ¿cómo cambias eso? Si no conseguimos cambiar nada para arreglar el cambio climático, ¿cómo vamos a cambiar como la gente está percibiendo la situación? Pero es que, de hecho, esto es una prueba clara de que el contexto es fundamental”.
Otro de los aspectos a los que se enfrenta la comunidad científica es el egoísmo en el que estamos inmersos “los momentos en los que estamos, la preocupación por los demás no es un factor motivacional, pero cuando la gente lo empieza a sufrir, pues lo será más. Pues sí, porque personalizamos. O sea, todo lo valoramos por yo lo valgo, yo me lo merezco o yo no me lo merezco”.
La reticencia a las vacunas desaparecerá cuando “empiecen a subir las cifras de enfermedad y nos vuelve a empezar a preocupar la enfermedad, todo eso cambiará, cuando la gente empieza a vivir en sus carnes, que sus seres queridos enferman de enfermedades que considerábamos erradicadas, pues entonces la tendencia volverá a cambiar”. Pasó ya en la COVID. Las vacunas se recibieron al principio con reticencia porque eran muy nuevas, “y a la gente le daba miedo. Cuando se vio que vacunarse era la manera de poderse ir de vacaciones, de poder salir del confinamiento, pues hemos sido un país con una tasa de vacunación altísima”.
Incluso se puede llegar a convencer a la familia que llega al pediatra con dudas sobre los efectos secundarios “se puede dialogar con ello, llegar a un entendimiento, siempre y cuando no pretendas abrumarles con la arrogancia de los datos, sino que trates de abordar el tema en cuestión de preocupación. Pues si te preocupa la salud de tu hijo, más te debería preocupar la enfermedad, que es mucho más prevalente que los efectos secundarios, etcétera. Ahora bien, cuando a ti te llega alguien y te dice yo no creo en las vacunas, ahí esa persona está perdida. Es muy difícil que la puedas recuperar porque eso ha pasado a formar parte de sus creencias y de su identidad. Cualquier intento de cambiar las creencias de alguien se percibe como una agresión, incluso física”.
Peor ve la científica las medidas para frenar el cambio climático porque “es que es algo que un individuo solo no puede hacer nada. Vacunarte puedes decidir vacunarte o no vacunarte, pero el problema del cambio climático es que es un juego de suma cero.
Nada cambia hasta que nadie mueva algo, pero nadie mueve algo porque está esperando que empiece otro. Y sobre todo requiere un cambio de estilo de vida brutal”.
PREOCUPADOS: 8 SOBRE 10
Las causan son tan diversas y múltiples que la científica está seriamente preocupada. Cuanto más indaga, más difícil le resulta encontrar una salida a esta situación “el problema es que la gente solo ve lo que quiere ver y no ve lo que no quiere ver, y como vivimos en un contexto en el que fomenta eso, por ejemplo, la polarización, la polarización hace que nosotros veamos todas las cosas en blancos y en negros. Todo lo que piense como yo es blanco y todo lo que piense distinto que yo es negro. Entonces, cuando tú te metes en ese ámbito y con este nivel de crispación que tenemos a nivel mundial, no puede ser, porque cualquier intento que tú hagas por abordar este discurso se percibe como que es una conspiración tuya para convencerles en contra de lo suyo, que es la manera correcta de ver las cosas. Entonces, nuestra cognición está ahora mismo tan enredada en un proceso de auto explicación de las cosas que queremos ver para mantener nuestro enfado con el mundo y nuestra frustración, que no veo muy factible cómo romper ese círculo, sinceramente no lo veo”.