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Isabel I de Castilla: tres detalles de su testimonio que quizá no conozcas 517 años después de su muerte

La Reina falleció el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo. Junto con su marido Fernando fueron responsables de la victoria cristiana sobre el Reino Nazarí de Granada

Isabel I de Castilla: tres detalles de su testimonio que quizá no conozcas 517 años después de su muerte

Tiempo de lectura: 3'Actualizado 02:30

Tenía sólo 53 años cuando la muerte la alcanzó el 26 de noviembre de 1504. Ayer se cumplieron 517 años del fallecimiento de la reina católica Isabel I de Castilla, responsable junto con su marido Fernando —los más gloriosos monarcas que tuvo España—, de la victoria de las armas cristianas sobre el Reino Nazarí de Granada, último enclave de poder del Islam en España.

Mientras el pueblo entero, unido en la oración, rogaba a Dios por la salud de su Reina, la propia Isabel, consciente de su final, pidió que no rezaran más por la curación de su cuerpo, sino por la de su alma. Según consigna el doctor Toledo, “murió la Católica e santa Reyna Doña Ysabel en Medina del Campo”. Los síntomas descritos por las fuentes de la época indican que la reina falleció de una hidropesía a consecuencia –posiblemente– de un cáncer de útero. Nunca se concretó su localización ni el carácter de la lesión, quizá por el histórico recato de la Reina. Ante esta circunstancia, la reina católica se negó a poner bajo el tratamiento debido.

Primeras disposiciones a favor de “las Indias y Tierra Firme”

Tres días antes de su muerte, la Reina ordenó que se añadiera una disposición a su testamento recogiendo dos cuestiones que le preocupaban de manera muy intensa. Uno de estos codicilios era una disposición a favor de los indios, antes de que incluso Colón regresara de su cuarto viaje.

La Reina encargaba y ordenaba a su marido y a sus sucesores que “emplearan toda su diligencia para no consentir ni dar lugar a que los naturales y moradores de las Indias y Tierra Firme, tanto ganadas como por ganar, recibieran agravio alguno en sus personas y bienes, sino que fueran bien y justamente tratados, y si algún agravio se hubiere cometido contra ellos, que se remediara y proveyera”.

“Que mi cuerpo sea allí trasladado y sepultado junto con el cuerpo de su señoría”

Isabel I de Castilla también dejó escrito en su testamento ser enterrada en el Convento de San Francisco, que estaba en la Alhambra de Granada. En el caso de que no pudiera concretarse así, la Reina señaló a San Juan de los Reyes en Toledo como el lugar donde descansar, y si tampoco fuera posible, en el Monasterio de San Antonio de Segovia.

“Y QUIERO y mando que mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de San Francisco, que está en la Alhambra de la ciudad de Granada, rodeada de religiosos y religiosas de la dicha orden, vestida con el hábito del bienaventurado pobre de Jesucristo San Francisco, en una sepultura baja sin adorno, salvo una losa baja en el suelo, llana, con sus letras esculpidas en ella. Pero quiero y mando que si el rey mi señor eligiera sepultura en otra iglesia o monasterio de cualquier otra parte o lugar de mis reinos, que mi cuerpo sea allí trasladado y sepultado junto con el cuerpo de su señoría, porque el ayuntamiento que tuvimos en vida y que nuestras almas espero en la misericordia de Dios alcancen en el cielo, lo tengan y representen nuestros cuerpos en el suelo”.

Cuando el rey Fernando falleció el 23 de enero de 1516, su cuerpo fue enterrado también en el Convento de San Francisco en la Alhambra a la espera de que se finalizara la Capilla Real en la Catedral de Granada, mandada construir por la reina católica Isabel. Así se hizo el 10 de noviembre de 1521, cuando el emperador y rey Carlos, nieto de los Reyes Católicos, ordenó trasladar los restos de sus abuelos a la Capilla Real de Granada.

Allí descansan los restos de los Reyes Católicos Isabel y Fernando, a quienes el título de “católicos” les fue dado por el papa Alejandro VI en el año 1496 en razón de sus “egregias virtudes de señalado celo de la fe católica y devoción a la Iglesia Romana”.

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“Se digan por mi alma veinte mil misas”

La Reina dejó otra disposición llamativa en su testimonio. Dejó escrito su deseo de que por su alma se dijeran “en iglesias y monasterios observantes de mis reinos y señoríos, veinte mil misas, donde a mis testamentarios pareciese que devotamente se dirán, y que les sea dado en limosna lo que a mis testamentarios bien visto fuere”.

En el sepulcro de los Reyes Católicos se puede leer el siguiente epitafio: “En este sepulcro de mármol descansan los dos esposo unánimes, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, derrocadores de la secta de Mahoma, aniquiladores de la herética pravedad, apellidados los Católicos”.

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