La frase que dedicó Estanislao Figueras a los políticos españoles antes de dimitir como presidente de la Primera República: "estoy hasta los..."
El barcelonés estuvo tan solo cuatro meses al frente del primer ensayo republicano español
Grabado de Estanislao Figueras, primer presidente de la Primera República
Madrid - Publicado el
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La actualidad política –tan centrada los últimos días en Begoña Gómez, José Luis Ábalos, la posible financiación ilegal del PSOE y el regreso de los miembros de la Flotilla de Gaza– nos ha hecho volver la mirada hoy a nuestros vecinos del norte y a la profunda crisis política que atraviesan.
El primer ministro de Francia, Sébastien Lecornu, ha anunciado esta mañana su dimisión porque, según dice, "no se puede ser primer ministro cuando no se dan las condiciones" para gobernar. Lecornu ha comunicado esta decisión al presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, trece horas después del anuncio de su gabinete y se ha escudado en que "los partidos políticos siguen adoptando una postura como si todos tuvieran mayoría absoluta en la Asamblea Nacional".
Sébastien Lecornu pronunciando su discurso de dimisión en el Hotel Matignon de París
Ni un mes: tan solo 27 días. Eso es lo que ha durado el mandato de este político macronista, miembro de Renaissance (RE), que hasta hace unas semanas ocupaba el cargo de ministro de las Fuerzas Armadas junto al defenestrado –moción de confianza mediante– François Bayrou.
Desde que Macron accedió a la presidencia de la República Francesa, hace ocho años, ha visto desfilar ya a siete primeros ministros: Philippe, Castex, Borne, Attal, Barnier, Bayrou y Lecornu. Esto demuestra que el país galo está inmerso en una crisis política de primer nivel que recuerda a la vivida en España entre 2015 y 2016 y, si retrocedemos algo más en el tiempo, a la generada tras la abdicación de Amadeo I de Saboya y la llegada de la Primera República con Estanislao Figueras.
españa sin corona
Debemos retroceder al 11 de febrero de 1873, día en que el "Rey Electo", Amadeo I de Saboya, dirigió una carta a las Cortes para anunciarles su voluntad de desprenderse, es decir, abdicar la Corona por "no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía".
Amadeo embarcando en el puerto de La Spezia para trasladarse a España y tomar posesión del Trono español
La culpa no era suya, por supuesto, sino de España y de los propios españoles –en particular de los políticos españoles–. El italiano lamentaba que el país vivía "en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo".
Pero ya habrá tiempo, otro día, para analizar esta carta, los motivos que llevaron al duque de Aosta a renunciar al Trono "por mí, por mis hijos y sucesores" y para atender a la respuesta que le dieron los entonces diputados a este monarca que, desde su elección, ya fue polémico.
LA PROCLAMACIÓN DE LA PRIMERA REPÚBLICA
La carta era una mera formalidad, una especie de testamento político o de despedida poética con la que Amadeo I de Saboya se quedaba con la conciencia tranquila antes de regresar a su Italia natal. Pero lo cierto y verdad es que el hecho de que el rey se iba era un secreto a voces.
'Amadeo I', retrato de Vicente Palmaroli y González (1872)
El propio Estanislao Figueras, un día antes de que se firmara la carta, es decir, el 10 de febrero, le recriminaba en el Congreso de los Diputados a Manuel Ruiz Zorrilla, el entonces presidente del Gobierno, que "hace cuarenta y ocho horas" que "el Rey le dijo que había tomado la decisión 'irrevocable' de renunciar a la Corona de España".
La situación del país era "gravísima, tal como no la ha habido en España desde 1808", aseguraba Figueras, que pedía que se declarara el Congreso en sesión permanente porque temía que vivían "unos momentos tan críticos, que puede derramarse la sangre por todas partes".
La sesión había comenzado en la Cámara Baja a las dos y cuarto de la tarde. Poco antes de que se suspendiera, a las diez de la noche, el diputado barcelonés recriminó a quienes estaban cansados: "¿Hay alguno que quiera dormir?, que duerma, que nuestro ánimo y nuestros cuerpos, como están vivificados por el amor de la libertad, y ésta la ven en peligro, no han menester en manera alguna reposo". Estaba en juego nada más y nada menos que la forma del Estado: Monarquía o República.
Exterior del Congreso en la tarde del 10 de febrero de 1873
Figueras advertía al Gobierno, partidario de que no siguiese el debate, y se lavaba las manos sentenciando que "caiga la sangre que se derrame y las desgracias que sobrevengan a la Patria sobre la cabeza de aquellos que con su terquedad se empeñan en contrarrestar una cosa tan justa y tan legítima como la que nosotros queremos".
Finalmente se aprobó la constitución de una sesión permanente, aunque esta fue suspendida y se reanudó el 11 de febrero a las tres de la tarde. A eso de las nueve de la noche se aprobaba por 258 votos contra 32 declarar la Primera República española. Se había cumplido la frase que, aunque no consta en el diario de sesiones, se atribuye a Figueras y recoge Manuel Fernández Álvarez en España. Biografía de una nación (2010): "De aquí no saldremos, sino con la República o muertos".
UN SUEÑO FUGAZ
El sueño republicano, sin embargo, fue fugaz. Su duración fue de 686 días, es decir, un año, diez meses y dieciocho días. Estanislao Figueras se convirtió en el primer presidente republicano que veía España en todos sus largos siglos de historia. Pero no fue el único, sino que en esos escasos dos años llegó a haber hasta cuatro: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar.
Estanislao Figueras y de Moragas, primer presidente republicano en España
Suárez Cortina defiende la tesis de que "la república llegó más por el agotamiento de la monarquía [de Amadeo I] que por la propia fuerza política de los republicanos". A esto añade Fernández Álvarez que "la República fue proclamada con las mayores contradicciones: por una Asamblea Nacional integrada por monárquicos y rigiéndose por una Constitución monárquica". Además, incide en que Figueras no era presidente de la República, "sino del poder ejecutivo".
El historiador madrileño describe un ambiente irrespirable durante el mandato de Figueras, que tan solo duró cuatro meses: "España era un país convulso, que pronto entró en conmoción con juntas revolucionarias proclamadas por todas partes, con el pueblo en la calle, con dos guerras encendidas [la tercera carlista y la de Cuba] y sin apoyos externos". Tal es así que –continúa Fernández Álvarez– "Figueras entendió que no era posible seguir en el mando".
El 8 de junio de 1873 –cabe apuntar que era domingo– está registrada la última intervención de Figueras en las Cortes. Destaca de esta jornada el rifirrafe que mantuvo con un parlamentario que era, además, soldado y se apellidaba Pierrard y la guerra cruzada que mantuvo con el presidente del Congreso de los Diputados, cargo que por aquel entonces ocupaba José María Orense.
José María Orense, presidente del Congreso de los Diputados, retratado por Ignacio Suárez (1873)
Figueras lamentaba que la Cámara Baja se hubiera convertido en un lugar que servía para "examinar la vida y la historia de los individuos pertenecientes a esta". El barcelonés pedía a los miembros del Congreso "ahogar en germen las divisiones que aparecían en esta Cámara, porque de continuar, y crecer, y aumentarse, llevarían consigo indefectible e ineludiblemente la pérdida de la República".
El origen de la pelea estaba en la aprobación de la lista de ministros que había presentado el que se iba a convertir en su sucesor, Pi y Margall. Porque Figueras ya anunciaba que "no creo que yo ni ninguno de mis dignos compañeros podamos volver a sentarnos en ese banco".
aquel consejo de ministros
Cuenta la tradición –aunque no hay base documental que lo atestigüe– que Figueras, después de un malentendido con Pi y Margall, tomó la palabra durante el Consejo de Ministros del día siguiente, 9 de junio, y declaró la frase por la que se le recordado: "Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!"
La anécdota no queda ahí sino que hay quien asegura, como David Botello, que Figueras abandonó el despacho presidencial sin ser visto y se dirigió, sin pasar antes por su casa, a la estación de Atocha para subirse en un tren con destino a Francia. Ese país que ahora vive una especie de maldición o de mala racha de primeros ministros y que se ve abocado a unas elecciones casi seguras.