El acento andaluz tras la prisión de Alcatraz que Trump no puede borrar: desde su descubrimiento

El explorador Juan Manuel de Ayala, nacido en Sevilla, fue el que en una de sus expediciones a California cartografió esta isla marcada por las aves que le dieron nombre

Lancha motora frente a Alcatraz en San Francisco

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Lancha motora frente a Alcatraz en San Francisco

José Manuel Nieto

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3 min lectura

La prisión de Alcatraz es sinónimo mundial de dureza y misterio, con nombres como Al Capone marcando su leyenda. Pero lo que muchos desconocen es que esta isla, ubicada en la bahía de San Francisco, tiene un pasado español, y su nombre guarda un acento andaluz que ni siquiera el presidente Donald Trump podrá borrar con sus decretos y ocurrencias.

Juan Manuel de Ayala, el sevillano que bautizó Alcatraz

La historia comienza con un hombre nacido en Osuna, Sevilla, en 1745: Juan Manuel de Ayala, un marino que sería el responsable de cartografiar y nombrar la isla que siglos después se convertiría en una de las prisiones más temidas del mundo. Formado en la Real Academia de Guardias Marinas de Cádiz, Ayala fue parte de la Monarquía hispánica que impulsó la exploración de la costa noroeste de América en el siglo XVIII, en un intento por elaborar mapas precisos de tierras poco conocidas.

Tras varias misiones por el Mediterráneo y América, Ayala fue destinado a California, donde en 1775 realizó la labor que pasaría a la historia: la cartografía detallada de la bahía de San Francisco y el bautizo de una isla habitada por multitud de pelícanos —o alcatraces, como se les llamaba en España—, que dio nombre al islote. Así, la Isla de los Alcatraces quedó registrada para siempre en la historia naval española y en los mapas que han llegado hasta nuestros días.

La famosa isla de Alcatraz y la penitenciaría federal de máxima seguridad en la Bahía de San Francisco - Área de la Bahía, California

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La famosa isla de Alcatraz y la penitenciaría federal de máxima seguridad en la Bahía de San Francisco - Área de la Bahía, California

No obstante, la presencia española en la zona fue anterior. Según el historiador Gregory L. Wellman, un grupo de soldados españoles dirigidos por el capitán Gaspar de Portolá ya había avistado la isla años antes. Lo cierto es que, fuera quien fuera el primer explorador, la huella española en Alcatraz es inequívoca y forma parte esencial del pasado rojigualdo en territorio californiano.

De la isla de las aves a prisión legendaria

Durante décadas, España mantuvo el control de California y respetó los mapas elaborados por Ayala. Incluso después de la independencia de México, la isla continuó apareciendo con su nombre español en las cartas náuticas, hasta que en 1827 el capitán inglés Frederick Beechey actualizó la información sin cambiar la denominación original.

La isla de Alcatraz es fotografiada desde un barco en la bahía de San Francisco, California.

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La isla de Alcatraz es fotografiada desde un barco en la bahía de San Francisco, California.

La transformación de la isla comenzó en 1850, cuando Estados Unidos levantó una fortaleza militar en ella. Más tarde, en 1933, el Gobierno federal la convirtió en una prisión de máxima seguridad, conocida por albergar a los criminales más peligrosos del país. La leyenda negra de Alcatraz eclipsó durante años su origen y su nombre español, pero la historia permanece intacta.

A pesar de los recientes anuncios de Donald Trump sobre la reapertura de esta cárcel —una decisión que generó debate sobre su viabilidad y costes—, el legado histórico de Juan Manuel de Ayala y la huella española en la isla de Alcatraz son hechos que no se pueden borrar ni reinterpretar a voluntad. La toponimia y las cartografías originales siguen siendo un testimonio vivo de aquel explorador sevillano que, hace casi 250 años, puso en el mapa una isla famosa por sus aves y, más tarde, por su prisión.

En definitiva, Alcatraz no es solo una cárcel de leyenda, sino un símbolo histórico con raíces españolas y un legado cultural que supera la función penitenciaria que hoy se le atribuye. Ese acento andaluz que Juan Manuel de Ayala dejó en la isla es una herencia que ni decretos presidenciales ni la memoria de criminales puede borrar.

Visto en ABC

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