Tanatofobia: vivir sin ver el sol

Algunas personas ven la exposición solar como una fuente constante de angustia y malestar

Escena de playa con gente disfrutando del sol sentada en sillas de colores con una sombrilla al lado.
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Tanatofobia: vivir sin ver el sol

Fernando Ortega Ruíz

Publicado el - Actualizado

5 min lectura0:46 min escucha

En España, el sol es popularmente visto como un símbolo de verano, vacaciones y bienestar. Por ello, la idea de tenerle miedo resulta chocante para la mayoría de la población. Sin embargo, algunas personas ven la exposición solar como una fuente constante de angustia y malestar.  Hasta tal punto, que cambian radicalmente sus vidas para evitarlo. Y no hablamos de vampiros. Este fenómeno psicológico, desconocido por la gran mayoría de personas, se llama tanofobia y es profundamente incapacitante.

“Es un miedo persistente, resistente, que no es simplemente un temor asociado al sol y a todas las consecuencias negativas que puede tener. Si no que genera un malestar muy significativo que limita y condiciona la vida de las personas que lo sufren, precisamente buscando tener unos hábitos que alejen cualquier tipo de amenaza o malestar asociado al sol”, explica el psicólogo, Fernando Azor.

Como ocurre con otros trastornos psicológicos, la tanofobia puede tener múltiples orígenes. Por ejemplo, una quemadura grave o un trauma. Sin embargo, Fernando Azor asegura que en la mayoría de casos, su procedencia está asociada a una idea obsesiva relacionada con la hipocondría y los pensamientos obsesivos de control, una característica muy común en personas con un perfil ansioso.

Según el psicólogo, este tipo de fobia suele desarrollarse de forma progresiva. La persona empieza informándose sobre los efectos negativos del sol y, poco a poco, se comienza a obsesionar. “Cuando la padeces, dejas de buscar un equilibrio saludable y empiezas a organizar tu vida entera para evitar cualquier daño potencial”, señala.

Además, es importante no confundir la tanofobia con la fotofobia. Este segundo término se refiere a una respuesta fisiológica que produce una sensibilidad extrema ante la luz, y que es especialmente común en personas con migrañas u otras afecciones neurológicas.

“La tanofobia es un miedo irracional, psicológico. La fotofobia es una molestia real, física”, distingue Azor.

 VIVIR COMO UN VAMPIRO  

En algunos casos, la rutina diaria de una persona que padece tanofobia puede recordar a la de un vampiro cinematográfico: evitar el sol a toda costa, desplazarse únicamente en la sombra y cubrir cada centímetro de piel con ropa oscura y protección. No por estética, sino por auténtico pánico. “Hay quienes se aíslan del mundo, cambian sus horarios y organizan su vida entera para esquivar la luz solar”, comenta Azor.

 INFLUENCIA DEL ENTORNO Y LAS REDES SOCIALES  

En un mundo donde los mensajes acerca de la salud mental y física abundan y se propagan a una velocidad asombrosa, la tanofobia también se ve alimentada por el exceso de información y por la mala interpretación que se hace de esta.

“El miedo al cáncer de piel, por ejemplo, es un factor que influye muchísimo. Estamos tan enfocados en mejorar nuestra salud, que podemos acabar viendo enemigos por todas partes. Además, si a eso le sumas que en redes sociales se difunden mensajes alarmistas, es fácil caer en una espiral de evitación y angustia” indica el psicólogo Azor.

Esto coincide con una sociedad que también glorifica el bronceado como símbolo de belleza y estatus. “Vivimos en una contradicción constante: por un lado, el moreno está socialmente premiado; por otro, nos bombardean con mensajes sobre los peligros del sol”, añade.

 ¿EN QUÉ MOMENTO EL CUIDADO SE CONVIERTE EN FOBIA?  

La línea entre una conducta preventiva y una fobia es, en algunas ocasiones, fina y poco clara. Según el especialista, el punto de inflexión que separa estas dos realidades se encuentra en el impacto que tenga en la calidad de vida.

“Si tus relaciones sociales, tus rutinas o tus decisiones laborales están determinadas por el miedo al sol, entonces ya no estás hablando de protección, sino de limitación”, afirma.

 TRATAMIENTO TERAPEÚTICO   

El tratamiento más eficaz, según Azor, es la terapia cognitivo-conductual, que combina el análisis racional del miedo con la exposición progresiva a la fuente de ansiedad, es decir, el sol. Sobre esta exposición, el psicólogo aclara que “no se trata de obligar a nadie a enfrentarse de golpe al sol, sino de crear escenarios controlados en los que la persona pueda comprobar que su miedo no se corresponde con un peligro real”.

En cuanto al tiempo, Fernando Azor comenta que el proceso puede durar entre 10 y 30 sesiones, dependiendo del origen del miedo y de la personalidad del paciente. Cuando el detonante fue una experiencia traumática concreta, el tratamiento suele ser más corto. Sin embargo, en casos donde la fobia forma parte de un patrón obsesivo-compulsivo más amplio, el trabajo terapéutico puede extenderse.

Además, en algunos casos se recurre a medicación. Eso sí, siempre como ayuda, nunca como solución final. “Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina pueden ayudar a reducir los pensamientos obsesivos y facilitar la terapia psicológica”, señala el experto.

 CONVIVIR CON EL ENTORNO  

Una dificultad añadida para quienes sufren tanofobia es el entorno social. Muchas veces, los amigos y familiares de las personas afectadas minimizan el problema o no lo llegan a comprender. Fernando Azor, comenta que no hay que intentar convencer a los demás, sino explicarles que se trata de un miedo real, aunque irracional, que tiene un impacto significativo y real en la vida de quien lo padece.

En el caso de las familias, el psicólogo aconseja acompañar sin presionar, animar a la persona a hablar sobre sus miedos y, sobre todo, evitar la confrontación.

“No se trata sólo de hablar del sol, sino de abordar el estilo de vida y personalidad que está detrás del miedo: la necesidad de control, la anticipación constante de amenazas” comenta.

 UN FENÓMENO MÁS COMÚN DE LO QUE PARECE  

Aunque está poco visibilizada, la tanofobia no es un miedo tan atípico. Fernando Azor afirma que ha tratado a varios pacientes que, sin tener tanofobia como diagnóstico principal, muestran episodios obsesivos relacionados con el sol. Y añade que “en muchos casos forma parte de un cuadro más amplio de ansiedad o de trastorno obsesivo-compulsivo”.

El verano, con su exposición solar prolongada y omnipresente, suele ser la época en que más se agrava. Pero el problema persiste todo el año para quienes lo padecen. “Es fundamental estar alerta a los signos. Cuando el miedo al sol impide vivir con normalidad, es momento de pedir ayuda”, concluye el especialista.

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