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Las mentiras del DNI

La última renovación me pilló calado por la lluvia, iba mal de tiempo y en la foto doy miedo

Las mentiras del DNI

 

Jon Uriarte

Comunicador

Tiempo de lectura: 4'Actualizado 12:30

No está claro si lo hace por trabajo o coquetería. O por ligar, que ya se sabe que es un objetivo para el que toda iniciativa es bienvenida. El caso es que Emile quiere quitarse 20 años. No de la cara, que la luce espléndida para sus casi 70 años, sino del DNI. Advertiré que es un holandés mediático y amigo de las extravagancias. Pero no deja de tener su aquél. Pocas cosas generan tantos secretos, vergüenzas y mentiras como ese carné. Así que hoy vamos a mostrarlo todos. El mío, por cierto, parece el de un psicópata. Voy a peor. La última renovación me pilló calado por la lluvia, iba mal de tiempo y en la foto doy miedo. Eso sí, la fecha de nacimiento está intacta. Aunque, visto lo de Emile, lo mismo la cambio.

Ahora la gente se puede cambiar de sexo si no se siente cómoda en su cuerpo. ¿Por qué no me voy a poder poner la edad que yo creo que tengo, tanto física como psicológicamente?-. Esa es la reflexión de Emile Ratelband. Y no le faltan motivos. Desvelar que tiene 7 décadas le ayuda poco a ligar en Tinder y, ojo al dato, a encontrar trabajo. Dado que está jubilado y que los cursos que imparte le ayudan a llegar a fin de mes, se queja de que tras mostrar su DNI le animan a que vaya a dar de comer a las palomas y que deje el trabajo para alguien con menos lustros. ¿Les suena? Seguro que mucha gente que lea estas líneas estará de acuerdo con que las canas no ayudan a pillar contrato. De hecho, conozco a quien ha llegado a mentir sobre la edad. Lo que me recuerda a cierta famosa.

Es de las que acostumbra a salir en las portadas. Ahora menos, pero se niega a desaparecer. El caso es que nadie ha visto su DNI. Viene a ser como el Santo Grial. No está claro dónde lo guarda, porque nunca lo lleva encima, ni dónde lo renueva. Solo conozco a una persona que asegura que un día lo vio y que miente sobre su edad. Tampoco nos sorprende. Recuerdo a un presentador que sufrió el mal rato de que algún gracioso o graciosa le pegara en la puerta de su despacho una fotocopia del DNI por el lado en el que pone la fecha de nacimiento. Y otro caso en que una compañera no tuvo otra que confesar su segundo y ocultado nombre, se ve que no le gustaba, cuando le pidieron el carné en un control rutinario, delante de algunos compañeros. Por no hablar de las hordas de ciudadanos, y de aún más ciudadanas, que se harían el harakiri antes de mostrar su foto en el DNI. Porque esa es otra.

Tengo otra compañera de trabajo, ya ven que no he necesitado investigar mucho, que lleva la misma cara en el carné desde hace 40 años. Tiene, según calculo, unos 59. Como para saber que es ella esa moza con rizos y pinta ochentera que parece una compañera de pupitre de Madonna. Es como esa gente que aparece en la esquela del periódico con cara de treintañero y luego lees que falleció a los 82 años. Antes muerta que sencilla. Nunca mejor dicho. Y también conozco a quien mintió sobre la fecha de nacimiento y nunca ha rectificado. Lo que confirma que Emile lo único que ha hecho es intentar oficializarlo y que los jueces le den la razón. Cierto que las togas están para asuntos más serios, pero vistas las recientes sentencias no pueden acusar a nadie de frivolidad y cachondeo. Al fin y al cabo, Emile no juega con los impuestos del personal. Solo quiere que su DNI lleve la edad que él siente y no la que aparece. Y también en esto debemos darle la razón.

Servidor tiene 52 marzos. Y les aseguro que me siento más joven que lo que dice mi documento de identidad. De hecho veo a las nuevas generaciones y confirmo que tengo más correa y energía que todas ellas juntas. Conozco a treintañeros que no aguantan una gaupasa y a veinteañeras que parecen mi abuela. Porque la edad es algo relativo. De la misma forma que hay coches que envejecen mejor hay personas que nacieron a la vez pero parecen de décadas diferentes. Seguro que en su entorno hay más de un ejemplo. Por eso hoy me acuerdo de lo que decía mi amama, hasta casi el final de sus días. Apunto estuvo de cumplir 102. Así que imaginen. El caso es que, cuando había alcanzado los 90, solía visitar a la vecina. Para avisar que se iba, decía-Voy a visitar a la vieja de aquí al lado y vuelvo para comer-. Nada que objetar, si no fuera porque la “vieja” en cuestión tenía veinte años menos que ella. Y tampoco le gustaban los viajes del Imserso ni frecuentar reuniones de jubilados o casas de la tercera edad.-Con viejos no voy-proclamaba, ante nietos y biznietos, mientras degustaba su vermut. Y es que no se veía representada por la edad que mostraba su DNI. A este Emile no le conozco, pero a mi amama si le conocí. Y me enseñó que, dure lo que dure, la vida es muy corta. Por eso no hay nada más humano que imaginar que aún nos queda mucho por delante, aunque algunos cansinos se empeñen en mostrarnos la hora.

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