Alberto Aguilar, a las puertas del triunfo

Madrid, domingo 26 de mayo de 2013. 18ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Toros de Montealto, bien presentados aunque de desiguales de hechuras. Mansos y deslucidos a excepción del quinto y sexto, manejables. El Capea, silencio en ambos. Alberto Aguilar, que sustituía a Fernando Cruz, oreja, silencio y vuelta. Chechu, que confirmaba alternativa, silencio en el único que mató.El toreo es cuestión de momentos y oportunidades que se presentan. Buena prueba de ello y a fe que puede demostrarlo es Alberto Aguilar. El madrileño fue reclutado a última hora para sustituir a Fernando Cruz y su sempiterna mala suerte. Aguilar demostró que lo que había apuntado el 2 de mayo y en su primer paseíllo isidril no fue casualidad. Que el cuajo adquirido en esta última etapa de su carrera no era espejismo de un día y sí algo ya que es una realidad. Alberto Aguilar es torero para ferias y no de apariciones esporádicas bailando además con la más fea en el terreno ganadero.Sólo la decisión arbitraria y antireglamentaria del presidente Julio Martínez le privó de la Puerta Grande. Una oreja en su primero y una petición más que mayoritaria en su segundo que dio paso a una vuelta al ruedo. El enfado, generalizado. Siempre quedará el debate de mayorías y criterios para conceder orejas en Las Ventas. Pero hasta que no cambie, la oreja en el sexto debió ser concedida si la pidió la mayoría más uno en Las Ventas. Y eso pasó...La faena de Alberto Aguilar a ese sexto fue de intensidad creciente ante un toro manejable pero justito de todo. Fue inteligente el torero al no apretar mucho al toro en el inicio del trasteo. Dos y respiro. Dos más y el de pecho. Así pudo dosificar al toro y apretarle más al final. Tiró y templó mucho al natural pero el cénit de la faena llegó con una notable tanda en redondo. Encajada la planta y acomposando perfectamente la embestida, Aguilar puso en la mirilla de su rifle la puerta grande. Pero un pinchazo antes del espadazo definitivo echaron para atrás al ínclito señor Martínez. Un defensor de la ley, pasándose la idem por el forro.Sólo Alberto Aguilar apostaba por el manso y deslucido segundo, un toro que no quiso saber nada del caballo y que embistió sin clase y con brusquedad. Aguilar demostró el buen momento de forma por el que atravisesa y aprovechó la ocasión que le presentó a última hora para sustituir a Fernando Cruz. Firme y centrado, Aguilar fue poco a poco metiendo al toro en la muleta, consintiendo mucho al toro y tragando cuando el toro tendió a meterse por dentro. Las dos últimas tandas, muy encajado al natural, fueron de un gran mérito, corriendo la mano y alargando mucho los muletazos. Un final con gusto y una estocada letal al primer encuentro le pusieron en su mano la primera oreja.El desclasado cuarto le puso en más de una dificultad. El de Montealto siempre embistió soltando la cara y con violentos tornillazos. Uno de ellos alcanzó el rostro de Aguilar que nunca se arrugó. Con lo que sí falló fue con el descabello La cruz del festejo a vivió José Ramón García 'Chechu' en la tarde de su confirmación. Bajo y astifino fue el toro de la ceremonia. Un toro que no quiso pelea en el primer encuentro con el picador y empujó algo más en el segundo, del que salió muy parado. Como si se le fuese la vida a chorros, el de Montealto fue apagándose poco a poco. La faena de Chechu transcurría entre el querer del torero y el no poder del toro, hasta que éste resucitó en un feo arreón sorprendiendo al torero y elevándolo al aire. De nuevo en el suelo volvió a hacer por él. Quería el torero permanecer en el ruedo pero el dolor le hizo hasta perder el sentido. Mala suerte para el madrileño en la tarde de su confirmación.Quien pasó sin pena ni gloria por Las Ventas fue El Capea. Gris y sin mostrar la tan cacareada evolución que ha tenido su toreo después de sus temporadas mexicanas. Muy poca historia tuvo la actuación de El Capea ante un toro sosote y manso que siempre salió con la cara por las nubes. Molestó el aire además en una faena ramplona y de escaso lucimiento artístico. El quinto fue el toro que mayores dosis de nobleza y clase mostró en sus embestidas, sobre todo en la primera mitad de la faena. El salmantino sumó muchos pases, pero al conjunto le faltó en ocasiones temple y en otras mejor colocación, algo que no se perdona en Madrid. El trasteo no rompió nunca y acabó diluyéndose.