Una invitación a la reconciliación en Tierra Santa

Entre los 21 cardenales de nueva creación que el papa Francisco anunció ayer se encuentra el Patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa. Desde que Pablo VI realizó en 1964 el primer viaje internacional de un pontífice, no hay duda de que Tierra Santa ha estado de manera muy particular en el corazón de los papas. Tras las huellas de Pablo VI luego fueron, en viajes también históricos, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

Como ha afirmado el nuevo cardenal, se trata de un importante gesto del papa Francisco en cuanto que supone un signo de atención de la Iglesia de Roma por la Iglesia Madre de Jerusalén, una iglesia con una vocación muy marcada por la universalidad, el diálogo y el encuentro, que tiene la misión de llamar a todos, cristianos y no cristianos, a la reconciliación. A nadie se le escapa la difícil misión de custodia y mediación que los franciscanos realizan en Tierra Santa, a menudo en el medio de un conflicto para cuya sanación trabajan de manera constante desde hace siglos. Su presencia allí, como ha dicho el Patriarca Latino, es decisiva para que Tierra Santa no se convierta en un magnífico museo, sino en un lugar esencial para la fe cristiana, sostenido por piedras vivas, con la presencia de sus fieles y con las peregrinaciones de cristianos que siguen llegando a diario desde muy distintas partes del mundo. En un lugar dividido política, cultural y hasta religiosamente, la apuesta por la reconciliación es la mejor contribución posible y ahora el Patriarca Pizzaballa lo va a recordar con su presencia en el Colegio Cardenalicio, para que resuene en las piedras de la vieja Jerusalén el poder de la oración, que es en verdad la fuerza capaz de cambiar el mundo.