Las elecciones legislativas norteamericanas, en mitad del mandato de Donald Trump, se celebran hoy en un clima apasionado como nunca, al estar en juego la mayoría republicana en el Congreso. Pero, sobre todo, es el prestigio personal del controvertido presidente lo que se dilucida en esta consulta, que puede entenderse como una especie de plebiscito. El propio Trump se ha implicado a fondo para movilizar a sus votantes. Uno de sus argumentos ha sido el económico: su política fiscal y arancelaria ha movilizado sumas récord de capital, al tiempo que ha reducido drásticamente el paro. Otras promesas no las ha podido cumplir, como el muro en la frontera de México, mientras en política internacional ha logrado atraerse las iras en casi todo el mundo con sus improvisaciones. Con el aplauso israelí y la perplejidad europea, ayer entraron en vigor las nuevas sanciones a Irán, que perjudican gravemente a los países europeos que comercian con ese país.

Pero han sido las medidas sobre inmigración las que más apoyo han obtenido entre una franja de sus votantes y las que, por otra parte, más indignación y movilizaciones han provocado. Trump ha utilizado a fondo la marcha de miles de centroamericanos que pretenden entrar en los Estados Unidos para polarizar irresponsablemente el debate migratorio. En todo caso estas elecciones mostrarán hasta qué punto el país sigue profundamente fracturado o camina hacia un nuevo equilibrio.