La declaración del exmayor de los Mossos, Josep Lluís Trapero, ha supuesto un varapalo para el expresidente Carles Puigdemont, el videpresidente Oriol Junqueras y el exconsejero de Interior, Joaquim Forn, quienes no solo ignoraron sus advertencias sobre problemas de orden público el 1 de octubre de 2017, sino que actuaron con «irresponsabilidad» con incendiarias declaraciones en pleno referéndum ilegal. Hasta tal punto llegó la locura, dijo, que los Mossos se plantearon la posibilidad de detener a los miembros del Govern. En vez de acogerse al derecho a no declarar, ya que está imputado por estos asuntos en la Audiencia Nacional, Trapero tiró de la manta y denunció que el Gobierno autonómico abrazó conscientemente la vía de la unilateralidad. La estrategia de su defensa se aparta diametralmente de la de otros testigos. En ello es probable que hayan influido las acusaciones que contra él lanzó el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, para quien la intención real de Trapero fue facilitar la consulta. El exmayor hizo alguna autocrítica sobre el operativo e incluso sobre su mala relación con Pérez de los Cobos, pero sus argumentos para desmentir que hubiera engaño o deslealtad en la actuación de la policía autonómica resultaron poco convincentes. Ese fue el punto más débil de la declaración de Trapero, que probablemente lo va a tener difícil en la Audiencia Nacional si sigue presentándose como un mero ejecutor de órdenes que le venían dadas desde la Generalitat, la Fiscalía o el TSJ de Cataluña.