El líder de Podemos, Pablo Iglesias, sorprendió ayer a propios y extraños cuando, en la Comisión del Senado que investiga la financiación de los partidos, renegó de su credo bolivariano. Iglesias dijo que ya no compartía algunas de las cosas que había dicho en el pasado sobre Venezuela, que “la situación política y económica en ese país es nefasta” y que rectificar en política es de sabios.

Tiene razón Pablo Iglesias cuando señala que rectificar es de sabios. También es propio de sabios sacar las consecuencias de esa rectificación, y en consecuencia, someter a crítica las bases ideológicas y políticas revolucionarias comunes que tiene Podemos con el régimen bolivariano. Quizá sea demasiado pedir a una formación política que está en horas bajas, que se ha desgastado por la ausencia de un proyecto que responda a las necesidades reales de la sociedad y que nunca se ha despegado de sus contradicciones.

Bienvenida sea esta rectificación de Pablo Iglesias si es sincera y responde a la verdad. Pero es razonable sospechar que se trate de una estrategia de retórica parlamentaria para aparecer con un discurso más moderado. Y es que a Pablo Iglesias se le nota demasiado la desesperación por volver a enganchar con un electorado que ha perdido por el camino.