El acuerdo de Pedro Sánchez con Podemos ha suscitado ya la inquietud de Bruselas y de los empresarios españoles que ven peligrar el ya difícil equilibrio económico de España. Hay otras incógnitas latentes que deben despejarse antes de que se celebre la probable sesión de investidura. Entre ellas las conexiones del socio preferencial de Sánchez con el régimen de Maduro, que parece claramente implicado en las crisis políticas y sociales en buena parte de Iberoamérica. Cada vez parece menos dudoso que los disturbios que se suceden en Bolivia, Chile y Ecuador, están teledirigidos por la dictadura comunista cubana en connivencia con el chavismo, en su tiempo asesorado por los socios que se ha buscado Sánchez.

España afronta serios problemas, desde el secesionismo catalán a la cercanía de una nueva crisis económica, pasando por la viabilidad de nuestro sistema de bienestar y la estabilidad de nuestras instituciones. Si el pacto entre PSOE y Podemos se consolida con el acuerdo tácito del independentismo, puede producirse una corrosión de nuestro sistema institucional nacido de la Constitución del 78. La estabilidad y el progreso de España pasan hoy por la defensa del espíritu de consenso que hizo posible nuestra Carta magna. La pregunta es hasta qué punto está dispuesto Sánchez a defenderla, cuando vemos que su política consiste en practicar el peligroso deporte del salto al vacío.