Los discursos que ayer pronunciaron el rey Felipe VI y la presidenta del Congreso Maritxell Batet coincidieron en denunciar los riesgos que corre la democracia en España que, a juicio de la presidenta Batet, no son menores que la intentona golpista de hace cuarenta años. No fue necesario señalar expresamente a quienes conspiran hoy contra los valores constitucionales, ya que ellos mismos lo hicieron públicamente con la firma de una especie de manifiesto antisistema. El propio vicepresidente Pablo Iglesias se ocupa de acosar la monarquía constitucional parlamentaria e insiste en que la democracia española “no es una democracia plena”.

Lo que está dando a entender Iglesias es que una “democracia plana” no puede ser nunca liberal, tal y como se concibe en Europa, sino “popular”, al estilo de las viejas repúblicas populares de otra época que sobreviven, con sus matices propios, en China, Cuba o Venezuela. Todo esto se repite cada día sin que se mueva un ápice esa coalición de la que Sánchez, en el colmo de los contrasentidos, dice sentirse muy satisfecho. Aunque es evidente que la tensión sube de temperatura en esa coalición cada día que pasa. Y es que el Presidente del Gobierno no puede olvidar que su principal responsabilidad es, precisamente, la de proteger y respetar la Constitución frente a los que intentan adulterarla. Eso es lo que latía en el fondo del simbólico acto de ayer en el Congreso.