El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha solicitado formalmente un alto el fuego para Gaza que se extendería durante la celebración del Ramadán pero que insta a que sea duradero y sostenible. Con 14 votos a favor y una abstención, la de Estados Unidos, Naciones Unidas exige la liberación incondicional de todos los rehenes. En cuatro ocasiones anteriores el derecho de veto había impedido que prosperara la Resolución. En esta ocasión la abstención estadounidense ha sido clave, a pesar de que la Resolución, que es de mínimos, no condenara a Hamás.

La respuesta israelí ha sido la esperada. El Gobierno de Netanyahu no la reconoce como vinculante, al tiempo que se ha apresurado a demostrar a su aliado estadounidense su total y absoluta oposición. Netanyahu ha suspendido el viaje de una delegación israelí al tiempo que sigue defendiendo la incursión militar terrestre de Israel en Rafah.

Se estima, y las cifras son solo aproximadas, que en Gaza han fallecido 32.000 personas como consecuencia de los ataques de Israel. Súmense, a la pérdida de vidas humanas, la falta de ayuda adecuada para paliar el hambre y la falta de medicinas que está llevando a la muerte a cientos de niños. La catástrofe humanitaria es una evidencia y la Administración Biden ha sido contundente. Su abstención en Naciones Unidos es un punto de inflexión. Israel debe permitir que en Gaza entre ayuda humanitaria y debe sentarse a hablar de paz. Netanyahu lo ha impedido hasta este momento y quizás, solo quizás, haya llegado el momento en el que se vea obligado a hacerlo.