Consumados los indultos a los políticos condenados por sedición, se abre ahora un proceso de diálogo con el independentismo que el presidente Sánchez coloca en el horizonte de lo que llama un "nuevo proyecto de país", mientras que sus interlocutores no esconden que se trata de alcanzar la independencia de Cataluña. Salvo que estemos asistiendo a una farsa previamente acordada, las posturas expresadas por Sánchez y por Aragonés son irreconciliables, por lo que cabe preguntarse si se trata de algo más que ganar tiempo para las respectivas estrategias del PSOE y ERC.

En todo caso resulta inquietante que Sánchez plantee un rimbombante “nuevo proyecto de país” dando la espalda a las fuerzas constitucionalistas y buscando satisfacer a quienes tienen como programa la disolución de la nación española y el desmantelamiento del pacto constitucional.

Entre tanto, Sánchez tendrá que seguir su fuga hacia adelante con una escalonada serie de concesiones, desde la reforma del delito de sedición a la llamada “armonización fiscal”, inversiones desproporcionadas y renuncia a que en Cataluña se cumplan las leyes en materia educativa y lingüística. Más que una mesa de negociación lo que se va a abrir es una mesa de póker en la que está por ver quién hace más trampas. Lo malo es que lo que está en juego es el futuro de España.