Línea Editorial: "Siria vuelve al redil árabe, pero asida del brazo de Irán"

Después de doce años de guerra civil que ha costado la vida a medio millón de personas y el desplazamiento y emigración de la mitad de la población, el régimen de Bachar el Asad en Siria puede considerarse vencedor del conflicto al ser readmitido en la Liga Árabe y, paradójicamente, tras suscribir una decena de acuerdos de cooperación con Irán. La semana pasada, el dictador sirio ha recibido en Damasco, por primera vez, la visita oficial del presidente iraní, poco después de que reanudara las relaciones con Arabia Saudita, que le ha abierto las puertas de la Liga Árabe, de la que fue expulsado hace diez años.

Ahora se plantea como una urgencia nacional el retorno de los exiliados sirios, tanto musulmanes como los pertenecientes a las diversas comunidades cristianas contra las que se ha cebado el llamado Estado Islámico en las zonas que ha llegado a ocupar en el norte del país, que aún se mantiene en regiones como Idlib, con la protección turca. La mayoría de los templos cristianos han sido destruidos e innumerables fieles han dado su vida por manifestar su fe. Por mucho que se normalicen las relaciones de Asad con sus vecinos, Siria está aún lejos de superar la catastrófica crisis humanitaria que ha supuesto esta guerra, iniciada durante la oleada de las fracasadas "primaveras árabes", en 2011. Por ello está necesitada de una colosal ayuda internacional, que aún suscita recelos, especialmente de Estados Unidos. Mucho tendrá aún que cambiar el régimen baasista de Damasco para que recupere un mínimo de confianza fuera de la explosiva región del Cercano Oriente.